CAMBRIDGE, Massachusetts.- “Miembros de la promoción de 2025, de todo el país y de todo el mundo… como debe ser”. Sin hacer una alusión directa a Donald Trump, el mensaje, simple y a la vez potente, tenía un claro destinatario. La presentación del presidente de Harvard, Alan Garber, del acto de graduación -el día más importante del año para esta histórica universidad, y este en particular en mucho tiempo- generó una explosión en el campus. Graduados y sus familiares se unieron en una extensa ovación de pie.
Garber, convertido en la cara pública de la inédita batalla judicial entre Harvard y la administración Trump, lideró este jueves uno de los commencements (ceremonia de graduación) más politizados de la historia de la universidad, en el mismo día en que la Justicia extendió una orden temporal que bloquea la medida del gobierno para revocar la capacidad de Harvard de matricular estudiantes internacionales.
“Lo que está haciendo Trump es una locura. Nosotros queremos que nuestro hijo, que hizo un enorme esfuerzo, se siga formando en este país. Pero ahora su futuro es muy incierto”, dice a LA NACION el padre de un graduado indio en la Harvard Business School (HBS), feliz por el logro académico, aunque angustiado por el futuro inmediato. Era un sentimiento repetido entre los familiares de los estudiantes extranjeros que terminaban sus estudios.
El ambiente en esta ceremonia de graduación -evento del que participaron miles de personas- fue muy diferente de las escenas que se vivieron aquí el año pasado, contaron a LA NACION distintos miembros de Harvard. Hace 12 meses, los líderes de la universidad fueron abucheados repetidamente, mientras cientos de personas se retiraban en señal de protesta por la forma en que se manejaron las manifestaciones contra la ofensiva israelí en la Franja de Gaza. Este jueves, y a lo largo de los últimos días, Garber recibió varias ovaciones por su papel en la resistencia a las demandas de la administración Trump.
“Mi esperanza para ustedes, miembros de la promoción de 2025, es que se sigan sintiendo cómodos”, dijo Garber en una de sus intervenciones.
En los últimos años, Harvard ha sido escenario de fuertes polémicas sobre el conflicto palestino-israelí, la libertad de expresión y el futuro de la educación superior estadounidense. Pero el ataque sistemático del segundo gobierno de Trump sobre esta universidad, una de las más prestigiosas del mundo, infundió al campus un sentido de unidad del que había carecido en el último año y medio.
“Las acusaciones de Trump están fuera de toda lógica. No es verdad que en este campus haya antisemitismo como afirma el presidente”, dice el padre de una graduada norteamericana, que muestra su apoyo incondicional a las autoridades de Harvard.
Aahil Aziz, un canadiense de origen bengalí, estaba entre el público. Su novia era una de las graduadas del HBS, tras dos años de estudio. “Viajé una vez por mes a verla. Ahora ella se quiere quedar en Estados Unidos porque acá están los buenos trabajos en el sector financiero”, cuenta a LA NACION. “Pero en esta situación que se está atravesando yo no quiero venir a instalarme. Antes sí tenía la idea de hacerlo, pero por lo menos por los próximos tres a años seguro que no”, dice, en clara referencia al tiempo de mandato que le queda a Trump.
“Creo que seguiremos así a la distancia un tiempo más y veremos qué pasa”, añade Aziz, que sostenía un ramo de rosas rojas y blancas para regalarle a su novia luego del acto. Es una de las tantas historias que podían oírse en Harvard de proyectos de migrantes alterados por la nueva realidad de Estados Unidos.
Los graduados y sus familiares -entre ellos algunos argentinos, con sus togas y birretes- no fueron los únicos que dejaron ver su rechazo a la cruzada de la Casa Blanca contra Harvard. Muchos profesores llevaban stickers en sus trajes en los que se leía: “Sin nuestros estudiantes internacionales, Harvard no es Harvard”.
El rosarino Emanuel Gil, graduado de la Harvard Kennedy School (HKS), la escuela de gobierno de la universidad, portaba sobre sus hombros una estola con los colores de la argentina. Describió el momento como “espectacular”, y contó que luego de estudiar un año allí volverá a su vida en Ginebra, donde trabaja desde hace seis años.
En los discursos del acto, que duró unas tres horas, las alusiones elípticas sobre Trump fueron moneda recurrente. “Dejamos un campus muy diferente al que entramos, con Harvard en el centro de una batalla nacional sobre la educación superior en Estados Unidos”, dijo desde el escenario Thor Reimann, uno de los graduados, a sus compañeros.
“Nuestra universidad es ciertamente imperfecta, pero estoy orgulloso de estar junto a nuestra clase graduada, nuestra facultad y nuestro presidente con la convicción compartida de que este proyecto en curso de ‘Veritas’ es uno que vale la pena defender”, agregó Reimann, en referencia al lema de Harvard, que en latín significa “verdad”. Todo el campus estaba adornado con banderas con esa leyenda.
La tapa de hoy del diario de la universidad, The Harvard Crimson, también era elocuente. Tenía la foto de una graduada mostrando un periódico con el título “Harvard desafía a Trump”.
El invitado a dar el discurso central no podía quedar ajeno a la tensión con el gobierno. El doctor Abraham Verghese, autor de best sellers y profesor de la Universidad de Stanford, empezó su alocución reconociendo que Harvard se enfrenta a tiempos “sin precedentes”.
“En los casi cuatro siglos de existencia de esta institución, probablemente no ha habido más atención centrada en ustedes que en estos últimos meses”, dijo Verghese, quien contó que al principio se mostró reacio a ser orador, pero luego decidió que, como inmigrante criado en Etiopía y habiendo vivido bajo un gobierno autocrático, su participación era especialmente apropiada para este momento en Harvard.
“Al venir a su campus me sentí muy parecido a un mensajero medieval que tuvo que escabullirse entre las fuerzas que lo cercaban y colarse en su comunidad asediada”, describió, entre múltiples aplausos.
Antes del nuevo bloqueo judicial de este jueves en una corte de Boston, que generó una inmediata reacción en el campus de Harvard, la administración Trump había iniciado el proceso formal para revocar la capacidad de la universidad para recibir estudiantes internacionales. Los abogados del Departamento de Justicia le habían informado a un juez federal que el Departamento de Seguridad Nacional envió a la universidad un “Aviso de Intención de Retirada” del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVP, por sus siglas en ingles).
El aviso de cinco páginas, entregado mientras Harvard celebraba sus graduaciones, enumeró varias razones por las que el gobierno pretende revocar la capacidad de Harvard para recibir estudiantes internacionales, incluidas acusaciones de que la universidad no ha cumplido con los requisitos de información sobre alumnos extranjeros y que no está manteniendo un entorno “libre de violencia y antisemitismo”.
La Casa Blanca le dio a la universidad 30 días para responder con declaraciones juradas u otras pruebas.
Por otra parte, en el marco de esta cruzada del gobierno, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, había ordenado anoche “revocar agresivamente” las visas de estudiantes chinos, incluidos los que pertenezcan al Partido Comunista (PCCh).