Una simulación presentada en el Congreso Maizar 2025 reveló el potencial transformador que tendría la cadena de valor del maíz, con más de 60 variedades en producción, si se eliminaran y se reinyectaran los fondos de los Derechos de Exportación (DEX) recaudados durante los últimos cinco años. Según el modelo desarrollado por un grupo de expertos, esta medida permitiría aumentar la facturación de toda la cadena un 17%. La inversión se autopagaría en menos de un lustro, luego generaría más de 700 millones de dólares adicionales en rentabilidad y crearía 20.000 nuevos puestos de trabajo. Por DEX se recaudan unos US$760 millones anuales.
La presentación estuvo a cargo del economista Roberto Bisang (UBA), y los investigadores del ITBA Ricardo Negri, Juan Cardini y Felipe Galia. Con un enfoque técnico, pero orientado al impacto concreto, los académicos mostraron cómo podría evolucionar la cadena maicera si se invirtieran los fondos recaudados por retenciones en agregar valor industrial.
“Lo que queremos ver es cómo sacamos valorización para los próximos 70 años, en el marco de pensarlo como un modelo de desarrollo industrial, competitivo y sostenible. Ese es el eje que nos mueve”, explicó Bisang. Y agregó: “Hoy la transformación del maíz es incompleta: el 62% del grano se exporta sin procesar. Solo entre el 35 y 38% se usa localmente, muchas veces por default”.
Durante su exposición, el economista destacó que los países líderes en producción de maíz transforman la materia prima en su totalidad o en gran proporción porque la consideran esencial. “No es solo alimento: el maíz tiene múltiples usos industriales, desde el etanol como combustible, hasta el gas para las bebidas efervescentes. Seis kilos de maíz que se convierten en tres kilos de pollo en 39 días es un proceso de eficiencia superior a muchos otros procesos industriales. Sumado al cambio transformador en las ciudades del interior”, afirmó.
La simulación desarrollada por el equipo del ITBA tomó como referencia el modelo de Estados Unidos, que exporta el 14% de su producción. “Usamos un sistema de módulos, como tanques comunicados por cañerías, donde se representa cómo el maíz fluye por las distintas actividades: producción de grano, biomasa, proteína animal, etanol, entre otros”, explicó Galia.
“A partir de eso, abrimos y cerramos válvulas para simular escenarios posibles. Estas herramientas no son importantes solamente por su poder de cálculo, por su poder de adelantar o por su poder de mostrarnos distintos escenarios en muy poco tiempo. Son importantes porque nos ayudan a comprender mejor, a decidir más rápido, actuar con mayor precisión y a reducir el riesgo en la toma de decisiones”, añadió.
Cardini, por su parte, fue el encargado de mostrar los resultados económicos. En el caso base, que representa a la Argentina actual, la cadena del maíz genera una facturación total de más de US$28.000 millones de todas las actividades de la cadena, moviliza más de dos millones de viajes en camión y sostiene 160.000 puestos de trabajo en toda la cadena. En tanto que por DEX se recaudan unos US$760 millones anuales.
De manera inversa, Cardini comenzó con una hipótesis hacia atrás y a ese 62% de exportaciones de granos, le asignó un 90%, reduciendo todos los demás usos de manera proporcional. Esto arrojó una facturación decreciendo en 42%, es decir una pérdida en facturación de casi US$12.000 millones y una rentabilidad que decrece un 53%: son 1800 millones de dólares menos a la economía, un empleo reduciéndose un 46% (más de 73.000 puestos de trabajo menos).
“Está claro que la transformación suma. Tenemos mucho maíz que todavía se exporta y en un ecosistema efervescente. Obviamente, hay que repensar todo lo que es infraestructura y logística, porque un cambio de forma de esta magnitud es transformar para toda la industria. Y sabiendo que tenemos uno de los polos más importantes del mundo de crushing de soja y que tenemos el capital humano para hacerlo, vale transformar”, remarcó.
Luego, sin inventar números, mostró qué pasaría si se usa todo el grano que se produce en la Argentina y distribuirlo en usos como lo hace Estados Unidos, que en lugar de exportar el 62%, exporta el 14% y, en vez de industrializar el 6%, es un 50%. Y en lugar de generar proteína con el 24%, lo hacen con el 32%: “Es un nivel de transformación muy grande”.
En esa hipótesis, la facturación argentina ascendería un 38%, más de US$17.000 millones de toda la cadena, aportaría una rentabilidad en la cadena de más de US$3000 millones; más de 80.000 puestos de trabajo extra, como toda la ciudad cordobesa de Villa María.
“Esto es una reconversión de la cadena, en la cual hay que pensar que se tiene que transformar no solamente lo que es la masa, sino que en todo lo relacionado a infraestructura y logística. Hay que repensar también y evaluar dónde están los incentivos, dónde conviene instalarse; tener transversalidad en las cadenas, ya que puede ser combinado con otras como la de la soja, por ejemplo. Obviamente van a nacer nuevos negocios, nuevas industrias, nuevos servicios, nuevas figuras, nuevos acuerdos. Es darle la vuelta a todo. Copiar a Estados Unidos implicaría un aumento en la inversión de US$13.300 millones, pero los resultados están a la vista”, explicó Cardini.
Pero, después la suposición fue a qué ocurriría si durante cuatro años se dejaran de cobrar retenciones al maíz y ese monto se destinara a inversión en transformación. El resultado, según la simulación, sería contundente: un aumento del 17% en la facturación (casi US$5000 millones, un 38% adicional), una rentabilidad extra de más de US$700 millones, unos 20.000 nuevos empleos (+30%) y más de 230.000 (+9,5%) viajes adicionales de camiones por año, como efecto multiplicador. Además la tonelada se incrementaría un 28% sobre el valor en dólares, donde “mientras más rentabilidad genere la cadena en su transformación, mayor va a ser ese valor”.
Bisang insistió en que la clave está en monetizar toda la planta de maíz, más allá del grano. “Tenemos que ir hacia un concepto de bioeconomía pura, que no es solo ambiental, sino productivo. El pendiente está en cómo valorizamos la biomasa completa, incluidos el rastrojo, los servicios ecosistémicos, las rotaciones y la captura de carbono”, sostuvo.
“Nos queda mucho por transformar. Y, al contrario de lo que se cree, hacer etanol no afecta el costo de los alimento. Si se explota bien el etanol, la polenta sale más barata”, aseguró Bisang, desmitificando el conflicto entre alimento e industria.
Finalmente, Negri subrayó que “las construcciones de estos modelos son útiles para marcar el rumbo, pero es tarea de todos su implementación en el interior argentino”. En tanto, Bisang cerró con una reflexión sobre el federalismo productivo: “Nos parece que hay que pensar en serio un país federal. Y eso no es venir a pedirle plata al Gobierno. Es anclar estructura productiva en el interior, para no tener que venir a pedir nada”.
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