El rincón europeo que se convirtió en una tierra prometida para los argentinos

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La Argentina es el país latinoamericano con más vínculo histórico con Eslovenia: se estima que hay entre 25.000 y 30.000 descendientes de eslovenos en el país. Fue, además, la primera nación de la región en reconocer a Eslovenia como Estado independiente y soberano el 16 de enero de 1992, tras su separación de la entonces República Federativa Socialista de Yugoslavia. Después de esa escisión, Eslovenia atravesó una profunda crisis económica: cayó el PIB per cápita y aumentó fuertemente la pobreza. Comenzó a salir de ese pozo hacia fines de los 2000, cuando impulsó una serie de reformas y, al mismo tiempo, aprovechó algunas fortalezas heredadas del régimen soviético, como su industria.

Con poco más de dos millones de habitantes, la mitad de su superficie está cubierta por bosques, cascadas, cuevas y parques naturales. Su PIB per cápita ronda los 30.200 euros, lo que lo ubica en el puesto 40 entre 196 países. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas indica que los eslovenos tienen “buena calidad de vida”, y en cuanto al ambiente de negocios, ocupa el puesto 37 de los 190 del ranking Doing Business.

Antonino Errico y su pareja, Nina. Él trabaja en marketing digital.

Antonino Errico vive desde hace cuatro años en Liubliana, la capital. Aunque dejó la Argentina en 2011, pasó una década en Nueva Zelanda “en una aventura de trabajo y de vida facilitada por mi pasaporte italiano”. Trabajó en agencias de publicidad y ejerció como chef, carrera que estudió allí. A Eslovenia llegó de la mano de Nina, su pareja, a quien conoció en un viaje con amigos. Fue un “romance intenso”. Ya instalados en Liubliana, Errico trabaja en marketing digital para un laboratorio farmacéutico.

Define al país como “una perla; una cultura hermosa”. Entre sus ventajas menciona la cercanía a Austria, Italia, Hungría y Croacia; como barrera, el idioma. Los más jóvenes suelen hablar inglés, mientras que los mayores, además del esloveno (una de las lenguas más arcaicas de Europa), dominan el alemán.

Nieto de esloveno, Alejandro Ludvik está preparando la mudanza familiar a Eslovenia. Trabaja realizando trámites de ciudadanía: “La Argentina tiene la particularidad de haber recibido al 80% de quienes dejaron el país y viajaron a Latinoamérica”. Los descendientes hasta la segunda generación pueden acceder a la ciudadanía “siempre y cuando cumplan ciertos méritos”, como demostrar al menos cinco años de vinculación con la cultura eslovena. “La intención es que no se pierda y da resultados: se aprenden tradiciones, el idioma, la comida”, explica, y aclara que “no hace falta tener parientes”.

Precisa que la mayoría inicia el trámite por esa vía, ya que la última camada de eslovenos llegó a la Argentina en 1950; “los que tramitan ahora son nietos”. Sin pasaporte de la Unión Europea, se puede gestionar una visa de larga estancia (visa D), que permite residir entre 90 días y un año. No es prorrogable y cuesta 77 euros.

Para trabajar en el país sin ciudadanía europea, se requiere un permiso único que se emite en función del empleo, por lo que es importante contar con un contrato vigente antes de comenzar el trámite.

Para fundar una empresa o hacer negocios en Eslovenia, al permiso de residencia hay que sumarle el número de identificación fiscal y el registro mercantil. Una sociedad de responsabilidad limitada debe inscribirse en el registro judicial, presentando sus estatutos, una cuenta bancaria, el certificado de antecedentes penales (el fundador no debe tener ninguno), una prueba de capital inicial de 8000 euros y la traducción pública de los documentos no redactados en esloveno.

Gabriela Kregar es farmaceútica y bioquímica y su marido, médico. Trabajan en otros rubros.

Nelson Damián Moscoloni y Agostina Benegas Koprivnikar llegaron en 2016. En un principio, el plan era realizar la ciudadanía (ella es descendiente de eslovenos), pero el país les gustó y se radicaron. “Pacífico, con mucha tranquilidad”, son los conceptos que eligen para describirlo. Habían estudiado gastronomía e incluso completado una pasantía en España, por lo que comenzaron trabajando en ese rubro. Vivieron dos años en una ciudad del interior.

“Encontramos rápido ubicación —cuenta Moscoloni—. Ella, que es pastelera, en hoteles, y yo en bodegones. Con el Covid quedamos en casa cobrando medio salario y aprovechamos para plantear el proyecto propio que siempre habíamos querido. Así nació Caminito”.

Caminito es un food truck que funciona en el playón de un parque industrial de Liubliana. Señalan que, al comienzo, no tenían “del todo claro cómo funcionar”; fueron probando distintos lugares, hasta que por cansancio y por la costumbre de los clientes decidieron establecerse en ese sitio. La ventaja es la gran afluencia de personas que trabajan en fábricas y oficinas cercanas. Ofrecen dos menús: uno rápido, con sándwiches y wraps inspirados en sabores latinoamericanos, y otro ejecutivo con platos internacionales rotativos.

Moscoloni destaca que los trámites de inscripción de la empresa fueron “sencillos”; se asesoraron con un escribano para completar la documentación sin inconvenientes. El impuesto sobre sociedades es del 22%, igual que el IVA (con excepciones). La alícuota máxima de Ganancias llega al 50%, mientras que la tasa de Seguridad Social es de 38,2% (22,1% empleados y 16,1% empleadores).

Gabriela Kregar, farmacéutica, y su esposo, médico, se instalaron en diciembre de 2022. Aunque en la Argentina estaban bien económicamente, emigraron por el deterioro social y en busca de un futuro más estable. “En lo profesional no nos integramos en absoluto. Tampoco era la idea —aclara—. Los títulos están presentados pero no hay resolución. Hacemos el trámite porque, para cualquier trabajo, el diploma se valora”. Explica que en los casos de medicina, farmacia, bioquímica, enfermería y obstetricia, los títulos deben ser validados no solo por el Ministerio de Educación, sino también por el de Salud, lo que demora el proceso. “Son, además, las profesiones que más faltan; hay muchísimas oportunidades de trabajo en esas áreas”, señala.

Kregar trabaja como recepcionista en un hotel, estudia para guía y ayuda a argentinos que visitan el país o hacen trámites de ciudadanía. “Es algo totalmente nuevo y muy gratificante. Vamos reuniendo familias, incluso haciendo de intérprete, porque los mayores hablan esloveno y alemán. Es difícil migrar a este país; muy lindo, pero complejo”, reconoce.

Desde hace décadas, Eslovenia fabrica productos farmacéuticos y cuenta con industrias metalmecánicas vinculadas a automotrices alemanas. En los últimos años sumó sectores como robótica e inteligencia artificial (IA). A nivel gubernamental, se priorizan la modernización de infraestructuras de transporte, energías renovables, eficiencia energética y el desarrollo de plantas depuradoras. Sin embargo, hay que considerar que su mercado doméstico es muy pequeño.

“No le queda otra que abrirse al extranjero —subraya Errico—. Por eso también lo aceptan, saben que para crecer es clave la expansión hacia afuera”. En ese sentido, los carteles viales o de información, según la zona, están en esloveno, inglés, alemán o italiano.

Agostina Benegas Koprivnikar y Nelson Damián Moscoloni, creadores de Caminito.

Tomás Lonegro, ingeniero en calidad, emigró hace tres años con su esposa, su hija y una bebé que nació en Eslovenia. Buscaban una experiencia en el exterior. “Estuvimos mucho tiempo analizando, considerando indicadores, y Eslovenia siempre aparece bien en los rankings sociales. Al tener chicos, también nos interesaron aspectos como educación universitaria e inserción de la mujer”, comenta.

Trabaja en una empresa que diseña y fabrica motores para autos eléctricos: “Es una experiencia distinta, no tan desafiante como otros países. Es una democracia joven, hay oportunidades, es una sociedad equitativa, sin brechas tan marcadas”.

Para Errico, la seguridad y tranquilidad que ofrece el país son dos valores destacables. Considera que es “difícil” que le vaya “mal” a quien llega con ganas de trabajar. Kregar suma que “está todo por hacerse, de a poco va despegando. Todavía hay resabios del régimen soviético. Hay muchísimo futuro, van trabajando en mejorar leyes” y recuerda que la primera vez que visitó Eslovenia —aún parte de Yugoslavia— era un país “en blanco y negro; ahora es en colores”.

Tras la pandemia, como ocurrió en buena parte de Europa, los precios subieron con fuerza y el costo de vida creció por encima de los salarios. Los sueldos medios rondan entre 1200 y 1500 euros, mientras que el alquiler de un monoambiente en la capital cuesta entre 500 y 600 euros. “A los que recién empiezan no les queda otra que compartir —dice Errico—. A un ‘mileurista’ le quedarán libres unos 100 euros por mes”.

Kregar señala que un médico especialista puede ganar entre 3000 y 4000 euros, pero ese no es el ingreso generalizado. Una familia que necesita al menos dos habitaciones paga, en el centro, unos 800 euros de alquiler más los “gastos” de calefacción, electricidad y agua: entre 260 euros en verano y 380 en invierno.

Tanto la educación como la salud son estatales. El gasto público ronda el 43% del PBI, del cual alrededor del 6% se destina a salud y el 14% a educación. Si los ingresos familiares son menores al salario mínimo, el Estado cubre parte de las prestaciones; de lo contrario, hay un monto que deben afrontar las familias. En salud, Kregar comenta que se pagan unos 70 euros mensuales para acceder a un médico de cabecera. En educación, Lonegro detalla que el costo del jardín de infantes depende del sueldo, aunque el Estado puede subvencionar hasta el 100%.