El papa León XIV impartió la bendición Urbe et Orbi (“a la ciudad y al mundo”, en latín) este jueves 25 de diciembre. Tras celebrar la misa de Navidad en la basílica de San Pedro -una práctica que no se realizaba desde el pontificado de San Juan Pablo II-, el sumo pontífice se dirigió a los fieles desde el balcón central de la basílica vaticana.
En un repaso de los principales conflictos que atraviesan el mundo, el Papa pidió “renovar el compromiso común de socorrer a quienes sufren”. “Que no nos venza la indiferencia hacia quien sufre”, reforzó ante unas 26 mil personas en la plaza de San Pedro.
León XIV presidió anoche su primera misa santa de Nochebuena, en la que recordó a Benedicto XIV y al papa Francisco al recordar que en la Tierra “no hay espacio para Dios si no hay espacio para el hombre” y al proclamar que hay que “llevar esperanza allí donde se ha perdido”.
“No acoger a uno significa rechazar al otro. En cambio, donde hay lugar para el hombre, hay lugar para Dios”, afirmó el pontífice que invitó a los fieles a admirar la “sabiduría” de la Navidad, e invitó a contemplar el nacimiento de Jesús como la luz definitiva que disipa las tinieblas del mundo y de la historia humana.
Durante la liturgia, el Papa recordó cómo, a lo largo de los milenios, los pueblos han mirado al cielo buscando respuestas en las estrellas, pero subrayó que, en esta Noche Santa, “el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz”. “He aquí la estrella que sorprende al mundo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”, afirmó.
Al final de la homilía, el Pontífice relacionó la Navidad con el camino reciente de la Iglesia, recordando las palabras de su predecesor, el Papa Francisco, sobre “la esperanza que no defrauda”. “Hace exactamente un año, el Papa Francisco afirmaba que el nacimiento de Jesús reaviva en nosotros el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha partido, porque con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda. Con estas palabras, daba comienzo el año santo”, enfatizó.
Asimismo, denunció que una economía “distorsionada” induce a tratar a los hombres como mercancía. “Dios se hace semejante a nosotros, revelando la dignidad infinita de cada persona”, manifestó.
La misa del gallo contó con la tradicional procesión del Papa hasta el altar mayor y la solemne adoración del Niño Jesús.