“No tuve tiempo de escribir una carta corta, así que escribí una larga”. Aunque la frase le es atribuida a Mark Twain, le pertenece al matemático y filósofo francés Blaise Pascal, quien la escribió en 1657 en su obra Cartas Provinciales. Su idea refleja la gran dificultad que tiene condensar un mensaje complejo, ya que requiere más tiempo y esfuerzo ser conciso que escribir algo largo. Más de tres siglos después, ser conciso y asertivo se ha transformado en una habilidad esencial en la era de la economía de la atención, donde todos batallamos por el tiempo limitado de los otros.
Decir mucho y largo puede aburrir y jugar con la escasa paciencia de quién queremos “conquistar”. Surge como herramienta el “minimalismo verbal”, un estilo de comunicación que enfatiza la brevedad y la simplicidad, centrándose en transmitir la información más esencial de manera clara y concisa. Este enfoque implica eliminar palabras innecesarias y un lenguaje complejo para promover la claridad, reducir el ruido y crear espacio para que surja un significado más profundo a través del subtexto y las señales no verbales. La idea la escuché en el podcast The Minimalists, de Ryan Nicodemus y Joshua Fields Milburn, autores y cineastas que hace años se preguntan cómo el minimalismo, en muchas formas diferentes, puede ser una mejor forma de vida.
Algunos principios clave que comparten del minimalismo verbal son priorizar la claridad sobre la brevedad. El objetivo no es solo usar menos palabras, sino usarlas de manera más efectiva para ser más claros. Eliminar la complejidad, quitar los adjetivos, palabras de relleno y los detalles innecesarios que pueden oscurecer el punto principal y dificultar la comprensión del mensaje. Tercero, enfocarse en lo esencial: ser intencional con las palabras que se eligen, procurando decir solo lo que es importante y agrega valor a la conversación. Cobra relevancia también resaltar el subtexto: cuando la comunicación verbal es escasa, el significado no dicho y las emociones transmitidas a través del tono, el lenguaje corporal y las pausas adquieren mayor relevancia. Otro principio clave es practicar la atención plena. Implica ser más deliberado en la comunicación, dejando de lado la necesidad de llenar el silencio o sobre explicar. Entre las razones que nos pueden alentar a practicarlo citan que reduce la ansiedad, mejora el enfoque y profundiza las conexiones, porque al ser más intencionales con las palabras, se pueden fomentar interacciones más auténticas y construir una confianza más profunda. También aumenta el impacto de lo que decimos, porque cuando la comunicación es directa y depurada, puede tener un efecto más poderoso y memorable. Prestá atención a tus conversaciones ¿Estás atento, aportando valor o solo tratando de llenar un momento?
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