Mientras el presidente Donald Trump amenaza con una amplia represión contra sus opositores políticos y los medios de prensa tradicionales, sus colaboradores y aliados tratan de encuadrar el embate de su gobierno como una medida crucial para frenar la desinformación y los discursos de odio que puedan desencadenar hechos de violencia política.
Pero en los últimos días el propio Trump se ha ocupado de dejar en claro repetidamente que su objetivo es otro: para el presidente norteamericano, el tema no son los discursos de odio, sino los discursos que odia él, o sea cualquier crítica hacia él o su gobierno.
Según los historiadores, ningún presidente norteamericano de la era moderna ha llegado tan lejos en el uso del poder para presionar a figuras de los medios y opositores políticos
Trump ha sugerido, por ejemplo, que el grupo de manifestantes que lo abuchearon en un restaurante serían procesados bajo las leyes antimafia. También exigió que varios comediantes de la televisión nocturna que se burlaron de él fueran retirados del aire, amenazó con cerrar las cadenas de televisión que considera que hacen una cobertura injusta de él y de su gobierno, y demandó al diario The New York Times por dañar supuestamente su reputación. Y eso solamente en el transcurso de la semana pasada…
Con su amenaza de acciones del Estado contra quienes lo irritan, Trump termina siendo sorprendentemente transparente sobre sus motivaciones. Dice con frecuencia que no se debería “permitir” que los periodistas, comentaristas y actores políticos sean tan duros con él, y tras haber nombrado al frente del FBI a un aliado partidario, repasa abiertamente y en voz alta a qué políticos críticos le gustaría que investigaran.
Trump no es el único presidente que se irrita ante las críticas o la cobertura informativa, ni el primero que intenta castigar a quienes lo enojan, pero según los historiadores, ningún presidente norteamericano de la era moderna ha llegado tan lejos en el uso del poder para presionar a figuras de los medios y opositores políticos.
El viernes, al final de una semana dominada por un tenso debate nacional sobre la libertad de expresión, Trump resumió su postura en una declaración que de haber salido de boca de cualquiera de sus predecesores habría causado conmoción.
“Agarran una excelente noticia y la convierten en mala”, dijo ante los periodistas en el Salón Oval, en referencia a los noticieros de las cadenas de televisión. “Miren, yo creo que eso es directamente ilegal”.
PATRICK T. FALLON – AFP
Los exabruptos del presidente echan por tierra las justificaciones que brindan sus propios funcionarios. La fiscal general Pam Bondi, quien inicialmente afirmó tener derecho a investigar a las empresas que se negaron a imprimir carteles para la vigilia en memoria de Kirk, luego enfatizó que el gobierno está enfocado en los discursos de odio que cruzan la raya y se convierten en amenazas de violencia. Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), argumenta que muchas emisoras tienen un sesgo progresista y no cumplen con los estándares de la FCC de “servir al interés público”.
La semana pasada, Carr amenazó a la cadena ABC con “consecuencias” si no tomaba medidas contra el comediante Jimmy Kimmel por haber dicho al aire que “la pandilla de MAGA” buscaba caracterizar al sospechoso del asesinato de Kirk “como algo distinto a uno de ellos mismos”. El presidente de la FCC argumentó que el comentario era equivocado y contradecía los hechos, y que formaba parte de un “esfuerzo concertado para mentirle al pueblo norteamericano”. Disney, propietaria de ABC, accedió y canceló el programa de Kimmel.
Pero a continuación Trump dejó muy claro que su objetivo es más amplio y personal.
En una publicación en las redes sociales, el presidente celebró la destitución de Kimmel y exigió que otros dos presentadores nocturnos, Jimmy Fallon y Seth Meyers, corran la misma suerte. “Ahora quedan Jimmy y Seth en Noticias Falsas NBC, dos perdedores totales que también tienen bajísimo rating”, posteó el presidente. “¡Echalos NBC!”
Thomas Berry, director del Centro de Estudios Constitucionales del Instituto Cato, de tendencia libertaria, dice que Trump contradijo en los hechos el intento de Carr de explicar que el castigo a la ABC por la declaración de Kimmel sería una aplicación justa y neutral de las directrices de la FCC.
“Se confirma el mismo patrón: con sus declaraciones públicas, Trump se convierte en el peor enemigo de sus propios defensores”, apunta Berry. “Mientras que Carr se centró en la supuesta falsedad del comentario de Kimmel, Trump simplemente admite que quiere que la FCC persiga a las emisoras que le son hostiles”.
Cuando la consultaron sobre las discrepancias entre las explicaciones de Trump y las de funcionarios de su gobierno, Abigail Jackson, vocera de la Casa Blanca, señaló: “El presidente Trump es un firme defensor de la libertad de expresión, y tiene razón: hace mucho tiempo que las emisoras con licencia de la FCC están obligadas a cumplir con ciertas normas básicas”, y agregó que “el gobierno de Biden, de hecho, atacó la libertad de expresión al exigir a las empresas de redes sociales que eliminaran publicaciones de algunos norteamericanos”.
Quien también hizo alusión las acusaciones de censura contra el expresidente Joe Biden para defender las medidas del gobierno de Trump fue el vicepresidente J.D. Vance. “Después de la era Biden, los lamentos de la izquierda sobre la ‘libertad de expresión’ no engañan a nadie”, escribió Vance el viernes en las redes sociales.
En su momento, el gobierno de Biden instó a las empresas de redes sociales a prevenir la proliferación de lo que consideraba desinformación sobre el Covid-19. Los republicanos argumentaron que censurar opiniones impopulares equivalía a coerción inconstitucional, y un juez les concedió un amparo, pero la Corte Suprema rechazó la impugnación argumentando que los demandantes no eran afectados directos y por lo tanto no tenían legitimidad para demandar.
Otros presidentes intentaron presionar a los medios de noticias de maneras menos drásticas. Richard Nixon intentó bloquear la publicación de los Papeles del Pentágono, que detallaban el fracaso y los errores del gobierno norteamericano en la guerra de Vietnam, y sus aliados impugnaron las licencias de las emisoras de televisión que eran propiedad de The Washington Post, cuya cobertura del Watergate lo había enfurecido.
Durante la presidencia de George W. Bush, la Casa Blanca le prohibió temporariamente acceso al avión del vicepresidente Dick Cheney al The New York Times por una noticia que lo había indignado. El gobierno de Barack Obama lanzó más investigaciones de filtraciones que todos sus predecesores juntos, y en una ocasión intentó excluir a Fox News de una entrevista conjunta, pero dio marcha atrás ante la protesta de las demás cadenas de noticias.
Pero la campaña de Trump contra los medios de comunicación excede cualquier precedente y ya había cobrado forma mucho antes del asesinato de Kirk. Ya antes de esta nueva demanda contra The New York Times, Trump había demandado a ABC, CBS y The Wall Street Journal. También recortó drásticamente los fondos federales para PBS y NPR, y se propuso desmantelar emisoras públicas, como Voice of America, Radio Free Europe/Radio Liberty, Radio Martí, Radio Free Asia y Middle East Broadcasting Networks.
Expulsó de la Casa Blanca y le retiró la acreditación a la agencia de noticias The Associated Press porque se negó a llamar “Golfo de América” al Golfo de México. Y la Casa Blanca tomó un control total y discrecional de la prensa acreditada, determinando qué medios de comunicación tienen permiso para entrar en el Salón Oval o subirse al Air Force One para entrevistarlo, algo que ningún otro presidente siquiera intentó.
La semana pasada se multiplicaron los ejemplos. El lunes, Trump dijo haberle pedido a Bondi que evaluara “presentar demandas RICO” contra quienes le gritaron en un restaurante, en referencia a la ley contra el crimen organizado y la mafia.
El martes, Trump estalló contra Jonathan Karl, de ABC News, por preguntarle sobre el plan de Bondi para combatir los “discursos de odio”. “Probablemente iría detrás de gente como vos, por tratarme tan injustamente”, le espetó Trump. Y el viernes, cuando Karl retomó el tema en el Salón Oval, Trump lo reprendió de nuevo: “Sos culpable, Jon”, sentenció el presidente.
El jueves por la noche, en vuelo de regreso desde Londres, Trump les dijo a los periodistas que lo acompañaban en el Air Force One que su gobierno debería restringir la cobertura de las emisoras que lo critican en exceso. “Creo que deberían retirarles la licencia”, apuntó.
Y cuando le preguntaron si realmente creía que los manifestantes que le gritaron en el restaurante tenían que ir presos, insistió. “Si vemos cómo actuaron y cómo se comportaron, sí, creo que eran una amenaza”, dijo Trump.
(Traducción de Jaime Arrambide)
THE NEW YORK TIMES
La entrada En su ofensiva contra la libertad de expresión, Trump apunta a los discursos que odia él se publicó primero en DIARIO DIGITAL MORENO MEDIOS.