ROMA.- El verano 2025 no sólo será recordado por las altas temperaturas y terribles incendios sino, también, por el resurgimiento de una nueva ola de vigilantes antimigrantes. Grupos de personas de extrema derecha que, en medio de clima de xenofobia cada vez más difundido y con las redes sociales como amplificadoras, salieron de patrullaje, a la “caza” de extranjeros supuestamente culpables de crímenes, pero también de sacarles trabajo y subsidios, tomando la justicia por mano propia.
Ocurrió en Italia, en el norte de Irlanda, en España, Holanda, Polonia, Islandia, en un momento de auge de partidos de derecha en Europa y de narrativas políticas marcadas por nacionalismo y soberanismo que abrevan de todo esto.
“Seguramente en su mayoría es algo más bien simbólico, pero es motivo de preocupación cuando vemos estos grupos fuera de la ley, que utilizando la fuerza toman en mano el rol del Estado. Y lo llamativo es que estas acciones, en lugar de significar más seguridad para las comunidades donde operan, al contrario, aumentan la inseguridad y el miedo, no sólo en las personas que son puestas en la mira, en este caso, los migrantes o personas percibidas como extranjeras, sino que impactan de modo negativo en toda la comunidad, por más que su discurso es que están defendiendo, entre comillas, al pueblo”, explicó a LA NACION Judith Sunderland, de la organización Human Rights Watch (HRW), desde Milán.
En julio justamente una banda de “justicieros nocturnos” de la periferia de Milán, que organizaba “ronde anti-maranza”, es decir, contra inmigrantes, fue indagada por la fiscalía de la ciudad. Nueve extremistas de derecha cercanos al grupo Forza Nuova fueron acusados de diversos delitos, entre ellos el de asociación para delinquir y el de instigación a delinquir.
Los sujetos grababan las palizas que le daban a sus víctimas con celulares y las publicaban en redes sociales y canales de Telegram. La primera en publicarse fue en la Dársena de Milán, donde los “rondistas” atacaron a un joven extranjero acusado de robar un collar, propinándole patadas y puñetazos. En un posteo, la misma banda se autoproclamó “milicia del movimiento anticrimen y antimaranza Artículo 52”. El artículo 52 de la Constitución italiana reza que “la defensa de la Patria es un sagrado deber del ciudadano”. En todos los casos, los ataques, con tintes xenófobos, se justificaron como una forma de “justicia popular” contra la “ineficacia de las instituciones”.
Sunderland, que aclaró que no se trata de un fenómeno nuevo, sino que ya se han visto cosas de este tipo a lo largo de los años y de la historia, destacó el contexto en el que ocurren como clave de lectura.
“Oímos hablar más de estos grupos o rondas de vigilantes, vemos estas acciones con mayor frecuencia, en momentos en que se habla mucho de inmigración, ya sea por razones justificadas o no. Y en momentos en que la retórica política en torno a la inmigración es muy acalorada, a menudo xenófoba, incluso abiertamente racista, y, en cualquier caso, socialmente alarmante. Además, cuando existe un contexto en el que, incluso en los niveles más altos del gobierno, independientemente del país, ya sea Italia u otro, estos discursos de alto nivel que fomentan abiertamente la xenofobia y generan alarma social, hacen más probable que surjan estas patrullas y que se sientan autorizadas a actuar”, dijo.
“Y ahí también hay que destacar lo importante que es la acción muy decidida de las fuerzas policiales y de Justicia para que estos hechos no queden impunes, porque eso es fundamental tanto para reafirmar el monopolio del Estado en la defensa de la ley, de la legalidad y de los derechos de las personas, como también para contrarrestar la xenofobia y el racismo, que es una tarea del Estado”, apuntó.
Durante el verano también fue noticia lo que sucedió en Torre Pacheco, la localidad de Murcia, España, que se convirtió en un polvorín después de que grupos de extrema derecha de toda España se dirigieron allí para llevar a cabo una “cacería” de extranjeros, luego de una paliza a un hombre de 68 años. De acuerdo con la versión del hombre agredido, al menos uno de los chicos era de origen magrebí -es decir, del noroeste de África-, hecho que aprovecharon varios grupos neonazis y de extrema derecha para difundir todo tipo de fake news y organizar viajes a Torre Pacheco de personas encapuchadas y con palos, listas para agredir indiscriminadamente y arbitrariamente a residentes extranjeros o a sus descendientes.
La desinformación, en efecto, es otro elemento del fenómeno. “Es más que sabido que en el caso de Murcia la desinformación ha tenido un rol más que importante y en general vemos cómo la desinformación y la difusión de noticias falsas en las redes sociales es fundamental para crear pánico y difundir cosas falsas sobre los hechos que, después, es dificilísimo corregir”, indicó la referente de HRW.
“Una vez que la desinformación se ha difundido, vemos lo difícil que es corregir la situación e informar adecuadamente a la gente. Y esto genera una desconfianza generalizada hacia los gobiernos, la idea de que ya no se puede confiar en las instituciones, aunque ellas mismas informen y además cumplan con su deber. Así, la gente intenta decidir qué creer, y a menudo cree cosas completamente falsas, que luego la llevan a tomarse la justicia por su mano, de forma completamente ilegal, obviamente”, añadió.
En el marco del mismo fenómeno, más sorprendente aún fue la aparición de “vigilantes”, con chalecos amarillos, en la frontera entre Polonia y Alemania, dos países que son miembros de la Unión Europea (UE) donde normalmente no hay controles porque rige la libertad de circulación.
“Eran polacos que son simpatizantes de diversos partidos de derecha que se pusieron a patrullar la frontera porque acusaban a los ‘malos’ policías alemanes de devolver a Polonia a migrantes de origen africano o asiático. Aunque no hay casillas de control, ellos levantaban carpas a la vera de la ruta o sobre un puente, sobre el río Oder ¡cerca de la policía y pretendían ayudar!”, contó a LA NACION el periodista polaco Piotr Dziubak. “En esos puestos improvisados había carteles muy explícitos que decían ‘Inmigrante, regresa desde donde viniste, esto es Polonia’”, describió, mostrando fotos.
Alemania y Polonia comparten una frontera de 467 kilómetros (el río Oder representa 187 kilómetros de ese límite), forman parte del Espacio Schengen sin visados, que permite a los ciudadanos viajar libremente a través de las fronteras por trabajo o placer. En medio de crecientes tensiones y presionado justamente por estos vigilantes de frontera, el primer ministro, Donald Tusk, debió intervenir, activando el 7 de julio pasado controles fronterizos con Alemania y Lituania.
Dziubak hizo hincapié que todo esto se da en un marco especialmente propicio, con la guerra en la vecina Ucrania que causa cada vez más alarma en la opinión pública y Bruselas y crecientes racismo y xenofobia no sólo hacia los extracomunitarios, sino especialmente hacia los casi dos millones de ucranianos que se han debido refugiar en Polonia debido a la guerra de agresión rusa. Además, hay un nuevo presidente nacionalista, Karol Nawrocki, un conservador declarado, defensor de los valores tradicionales y cristianos, partidario a ultranza de la soberanía nacional frente a las imposiciones de la UE.
“El nuevo presidente es un exboxeador aficionado que también machaca con el lema de ‘Polonia para los polacos’, algo que alimenta el resentimiento que estamos viendo hacia los ucranianos, que hasta temen hablar en su idioma en la calle porque se instaló un clima adverso hacia ellos, que son criminalizados por los sectores de ultraderecha que los culpan de sacar trabajo y dinero a los polacos que pagan impuestos… Tanto ha cambiado el clima que ahora, por una nueva ley, los ucranianos ya no recibirán subsidios”, explicó Dziubak.
“Hay un ambiente claramente xenófobo y de manera solapada se acepta el fascismo como comportamiento”, lamentó. “Y lo más triste es que esto sucede en un país católico donde los obispos están más concentrados, sino obsesionados, con la sexualidad, en lugar de trabajar en todo el Evangelio y, por lo tanto, en abrirle los brazos al desconocido”, concluyó.