Los maestros rurales, el niño mapuche y las enseñanzas que abren los espíritus

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El cacique Epumer o Epugner o Epugñier, cuyo predecesor fue Panguitruz Güor (Mariano Rosas), vivió épocas muy malas para su pueblo. El hambre los obligo a rendirse al Ejército y así muchos cambiaron obligados de lugar, tal el caso de un nieto de Epumer; Juan Casiano Epugñier que en virtud de los archivos Salesianos en Viedma y otros documentos, sabemos que desde 1882, aproximadamente, ininterrumpidamente en una extensión de unas 11.000 hectáreas cerca de Quetrequile (Río Negro), tuvieron la posesión de sus campos hasta que en 1969 la familia descendiente de Casiano Egugñier fue traída a Jacobacci por particulares, con el pretexto de mejorarles su condición de vida y ayudar a los niños para ir a la escuela; lo cierto es que esta gente dejó el campo en manos de sus supuestos benefactores que se apropiaron del terreno y no los dejaron entrar más.

Esto pasó por los abusos que, amparados por las grandes distancias y extensiones territoriales, fueron moneda corriente, particularmente cuando las víctimas que eran analfabetas y parias.

Estos mapuches empezaron a reclamar y 30 años después esos campos volvieron a sus dueños ancestrales en virtud de un juicio que duro unos seis años y que fue convalidado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación al empezar el Siglo XXI.

Muchos años atrás, (1969-1970) un maestro de 20 años, Carlos Hugo Temperini y su esposa, maestra también, Stella Marina Tello, de Villa Mercedes (San Luis), se hicieron cargo de la escuela de campo N° 197 de Chaiful (Río Negro). A un alumno, Fidel Guarda, mapuche nacido en 1957, le preguntaron dónde estaban los indios. “Los indios somos nosotros”, les respondió.

Los maestros fueron luz, calor y saber para los niños y con el paso de las décadas y de la vida, el viejo maestro regresó a su escuelita. Fue invitado a raíz de un importante aniversario de la misma y volvió con un libro que había escrito, titulado Huellas de una Vocación, para encontrarse con sus alumnos y obsequiarles ejemplares de la obra en la que relata sus vivencias como docente. Así, Fidel Guarda se reencontró con el maestro que en dos años le había enseñado en dos años tanto. Desde esa chispa generadora empezó a querer progresar y rebelarse frente a las injusticias, lo que le permitió ser valorado en sus tareas y por defender a sus compañeros de trabajo. Con los años fue uno de los fundadores del Consejo Asesor Indígena de Río Negro y se desempeñó como secretario general.

Fidel Guarda resistió su soledad y pobreza en la niñez campestre, recibió la chispa estimulante del maestro, ayuda y guía de algunos familiares y gente de bien. Cargado con esa experiencia de vida, desde el Consejo Asesor Indígena, con sus paisanos mapuches, su coraje y convicción, intervino en el caso que mencionamos y logró la restitución de los campos a los mapuches por la lucha limpia, por la ley provincial N° 2287 de Río Negro que versa sobre las poseciones de los pueblos indígenas, por la modificación de la Constitución Nacional de 1994.

Fidel Guarda, El Hombre La Leyenda es el título de un libro de su querido maestro Carlos Hugo Temperini y de Judith Lilian Bocco.

Este caso es ejemplar porque sin fanatismos ni intereses mezquinos se logró una reivindicación a parte del pueblo mapuche en un caso concreto. Esto pasó y puede seguir pasando en la Nación Argentina, que es soberana en todo su territorio sin que se preste a confusión ni engaños.