el momento en que Belgrano protegió la enseña patria de Rivadavia

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El relato de cómo Manuel Belgrano creó la bandera es bastante conocida en la historia de la Argentina, con el prócer enarbolando la enseña inspirada en los colores de la escarapela. Pero lo que no es muy señalado, es que su creación distintiva estuvo a punto de quedar en el olvido por orden del Primer Triunvirato.

En una misiva dirigida a las autoridades del gobierno del Primer Triunvirato, Belgrano reportó que “siendo necesario enarbolar una Bandera, y no teniéndola, mandé hacer una celeste y blanca, conforme los colores de la escarapela nacional.” Su entusiasmo por el sueño independentista chocó con los intereses de Bernardino Rivadavia, secretario del Triunvirato, quien quería mantener los vínculos con España para no perder el apoyo de Inglaterra en la región de la Banda Oriental. Lord Strangford, embajador británico, había dejado saber que ningún intento de independencia contaría con la aprobación del país europeo, por ese entonces aliado de España.

Rivadavia respondió con un texto en donde se exigió lo siguiente: “Escríbasele reservadamente que el orden exige que haga pasar por un rasgo de entusiasmo la bandera blanca y azul enarbolada, que disimuladamente la arree y que al efecto se le envía la bandera que hasta ahora se enarbola en esta fortaleza que hace el centro del Estado y que es necesario que en adelante no prevenga las deliberaciones del gobierno en materias de tanta importancia y en cualquiera otra que una vez ejecutada no deja libertad para su aprobación y cuando menos produce males inevitables.”

Sin embargo, debido a la lentitud, propia de las limitaciones de la época, en las comunicaciones a distancia, la carta no llegó a manos de Belgrano sino hasta tiempo después, en que la bandera ya había sido utilizada en el norte. Rivadavia entonces tomó una decisión más drástica: amenazar al por ese momento coronel en otra carta. “Así la situación presente, como el orden y consecuencia de principios a que estamos ligados, exige por nuestra parte en materias de las de la primera entidad del Estado, que nos conduzcamos con la mayor circunspección y medida; por eso es, que la demostraciones con que vuestra señoría inflamó a la tropa de su mando, esto es, enarbolando la bandera blanca y celeste, como indicante de que debe ser nuestra divisa sucesiva, las cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se justifican nuestras operaciones y protestas que hemos sancionado con tanta repetición y que en nuestras comunicaciones exteriores constituyen las principales máximas políticas que hemos adoptado” indicaba el escrito fechado el 27 de junio de 1812, que le exigía a Belgrano “haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía que es la que hasta ahora se usa en esta Fortaleza y que hace el centro del Estado; procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del Gobierno en materia de tanta importancia”.

Ante las bruscas advertencias del Triunvirato, Belgrano prometió deshacerse de la bandera y esconderla “para que no haya ni memoria de ella”, en sus propias palabras. No obstante, la bandera, que ya incluso había sido bendecida en Jujuy, continuó presente. Y otro hecho favoreció su existencia: la asunción del Segundo Triunvirato con Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Juan José Paso a la cabeza, tras la presión de los coroneles San Martín, Pinto y Ortiz de Ocampo a la Asamblea revolucionaria local. La caída de Rivadavia y la llegada de las nuevas autoridades marcaron un punto decisivo en el impulso renovado a la búsqueda de la independencia definitiva.

Luego de estos cambios de aires, Belgrano pudo colocar al frente de sus tropas la bandera nacional sin obstáculos, repitiendo el acto de expresión de lealtad de su ejército en lo que actualmente se conoce como Río Juramento.