El ataque de Israel a Irán revela el fracaso de “Trump el pacificador”

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WASHINGTON.- Al presidente norteamericano Donald Trump hay que reconocerle algo. A pesar de todas sus bravuconadas —¿se acuerdan cuando amenazó con hacer llover “fuego y furia” en Corea del Norte?—, no es un belicista, salvo, quizás, en California. En el ámbito internacional, desea sin duda la paz. El tema es que simplemente no sabe cómo lograrla.

Trump llegó al poder con la promesa de poner fin en un día la guerra entre Rusia y Ucrania. Desde que asumió el cargo ya pasaron 144, y las perspectivas de paz parecen más distantes que nunca. De hecho, Rusia prepara una nueva ofensiva terrestre y lanza los mayores ataques aéreos contra las ciudades ucranianas.

Trump también se hartó de la interminable guerra de Israel en Gaza y le pidió al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que la termine de una buena vez. El gobierno de Trump ayudó a acordar un alto el fuego de seis semanas, pero una vez terminado, el 18 de marzo, la guerra se reanudó con una brutalidad inédita. Y además, durante los dos últimos meses, Trump se abocó a negociar un acuerdo nuclear con Irán mientras presionaba a Israel para que no lanzara un ataque militar. Pero eso es justamente lo que hizo Netanyahu, que envió unos 200 aviones israelíes a atacar diversos blancos en todo Irán. El viernes, Irán respondió lanzando sus misiles balísticos contra Israel.

A Trump hay que reconocerle los Acuerdos de Abraham de su primer mandato, pero más allá de eso, no tiene mucho más para mostrar, a pesar de todos sus esfuerzos para sellar diversos acuerdos de paz.

Parte del problema es la dificultad inherente de poner fin a cualquier conflicto prolongado. Pero Trump complicó todo aún más por la torpeza con la que lleva adelante las negociaciones. Designó a la misma persona, su amigo Steve Witkoff, como el enviado de Estados Unidos para las tres negociaciones de paz: Ucrania/Rusia, Israel/Hamas e Israel/Irán. Llevar adelante tres negociaciones tan dispares representaría un desafío titánico hasta para el diplomático más experimentado, como un Henry Kissinger o un Philip Habib.

Imaginen esa tarea en manos un desarrollador inmobiliario como Witkoff, sin la menor formación en diplomacia, que en una desconcertante muestra de arrogancia, decidió no servirse de todos los recursos disponibles del gobierno norteamericano: se reunió con Vladimir Putin él mismo y sin siquiera llevar a su propio intérprete, con una confianza injustificada en que puede ser más sagaz que un déspota taimado que ya ha visto desfilar a cinco presidentes estadounidenses.

El enviado de EEUU para Oriente Medio, Steve Witkoff, durante una visita oficial en Riad, Arabia Saudí, el 18 de febrero de 2025Evelyn Hockstein – Pool Reuters

La capacidad de la Casa Blanca para supervisar estas negociaciones complejas quedó dañada cuando Trump decidió purgar el Consejo de Seguridad Nacional y dejar a Marco Rubio haciendo malabares para desempeñarse como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado al mismo tiempo. Así que no sorprende que el gobierno no tenga ninguna idea de estrategia para las negociaciones de paz. Todo es improvisado, y la directriz son los erráticos posteos de Trump en las redes sociales.

La esfuerzos pacifistas del presidente surtieron aún menos efecto por otros tres problemas: Trump intenta hacer demasiado al mismo tiempo. no solo las tres negociaciones de paz, sin que también negocia acuerdos comerciales con infinidad de países. Se niega a apretarle las tuercas a Netanyahu o a Putin, a quienes sigue considerando sus amigos aunque ignoran sus reclamos. Y no puede mantener la atención en algo mucho tiempo: quiere resultados inmediatos.

Y las negociaciones de paz exigen tener paciencia…

En el caso de las negociaciones de Estados Unidos con Irán, había que limpiar varios años de desconfianza mutua. La administración Trump también envió mensajes contradictorios sobre su predisposición a aceptar una determinada capacidad residual de enriquecimiento nuclear iraní. Pero el mes pasado, un funcionario de alto rango describió las negociaciones como “constructivas”. Hasta que el jueves cayeron los ataques aéreos de Israel.

El viernes, Trump expresó su deseo de continuar con las negociaciones “antes de que sea demasiado tarde”, pero todo indica que ya es demasiado tarde. Teherán anunció que cancelaba las negociaciones. Si Trump pensaba que el ataque de Israel empujaría a Irán a hacer concesiones, calculó mal, al menos a corto plazo.

Teherán cometió su propio error de cálculo al no poner en pausa su programa nuclear mientras negociaba con Estados Unidos. El jueves, el Organismo Internacional de Energía Atómica informó que Irán no cumplía con sus obligaciones en materia de no proliferación. El organismo internacional dijo que desde febrero Irán aumentó su arsenal de material nuclear de calidad militar en por lo menos un 50%. Netanyahu se alarmó al conocer los hechos y, a pesar del riesgo de tener un altercado con Trump, concretó el ataque con el que venía amenazando desde hacía décadas.

Los primeros resultados fueron impresionantes, y los ataques aéreos israelíes decapitaron la cúpula militar iraní y deterioraron aún más sus defensas antiaéreas. Al parecer, Israel había colocado drones en Irán, del mismo modo que Ucrania había hecho antes en Rusia, y no hay noticias de que alguna aeronave haya sido derribada. La inteligencia de Israel respecto a Irán es lisa y llanamente impresionante. Pero en los ataques iniciales fue dañado un solo sitio nuclear iraní importante, el de Natanz, y hasta ahora se desconoce el grado del daño que sufrió.

Los israelíes pueden hacer retroceder el programa nuclear iraní, quizá de manera significativa, pero no pueden erradicarlo. Los israelíes pueden seguir matando a los científicos iraníes, pero no hay manera de borrar el conocimiento nuclear que Irán acumula desde hace décadas. De hecho, el ataque israelí incluso podría impulsar un intento encubierto de los iraníes para militarizar su programa nuclear, algo que hasta el momento venían evitando. Y también está el peligro de una respuesta iraní, que podría incluir planes terroristas, ataques contra bases norteamericanas o contra Estados árabes moderados, o el intento de cerrar el Estrecho de Hormuz al tránsito marítimo. Por ahora, la decisión de Israel de atacar a Irán está dando resultados, pero no deja de ser una jugada arriesgada.

Los bomberos trabajan para extinguir un incendio después de que un misil lanzado desde Irán impactara Haifa, en el norte de Israel, el domingo 15 de junio de 2025Rami Shlush – AP

Aun admitiendo sus imperfecciones, la mejor respuesta al programa nuclear de Irán que se le haya ocurrido a alguien fue el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) firmado por el presidente Barack Obama en 2015. Ese acuerdo condujo a la eliminación del 97% del material fisible de Irán, la eliminación de dos tercios de sus centrifugadoras, y la imposición de estrictos controles internacionales a todo el programa nuclear iraní. El PAIC logró postergar el “punto de quiebre” más de un año: en los últimos tiempos, ese punto de quiebre era de menos de dos semanas…

La desastrosa decisión de Trump en 2018 de salirse de ese acuerdo, a pesar de que los iraníes lo estaban cumpliendo, encendió la mecha de la guerra que acaba de explotar ahora entre Irán e Israel. Es un conflicto que probablemente gane Israel, pero el simple hecho de que se haya iniciado es una evidencia de lo ineficaz que ha sido la diplomacia de Trump.

(Traducción de Jaime Arrambide)