Con apenas 31 años, Nicolás Bargagna se convirtió en uno de los principales empresarios gastronómicos de la Argentina. A través del grupo Enter, hoy opera siete restaurantes y espacios gastronómicos, con marcas como Maldini, Aribau, Casa Paradiso y Ronda, distribuidos en varios de los principales shopping centers del país. Además, hace menos de dos años puso un pie en el mundo del fútbol, con la operación de Banda, el restaurante que funciona dentro del estadio Monumental. Sus planes para River, además, incluyen la inauguración de un segundo restaurante, con una propuesta más de bodegón, bautizado como 1901, que funcionará entre las tribunas Sívori y Belgrano, mientras avanzan en paralelo con la incorporación de nuevas propuestas que combinan gastronomía y entretenimiento en el DOT y en Alto Avellaneda.
El primer trabajo corporativo de Bargagna fue en IRSA, adonde llegó por un camino insólito. Cuando tenía 18 años, en una fiesta en su casa, alguien tiró una botella por el balcón y rompió un ventanal del departamento de su vecino Daniel Elsztain, uno de los socios de IRSA. Lejos de desaparecer, Bargagna se hizo cargo del incidente y, a partir de ese contacto, inició una relación con Elsztain que derivó en su contratación como joven profesional ni bien terminó la carrera de Economía Empresarial en la UTDT.
Daniel Elsztain siempre reconoce que lo que más valoró de todo el incidente fue que su vecino se hiciera cargo de toda la reparación del vidrio, sin poner excusas y con una llamativa capacidad de gestión (no era fácil coordinar la logística para cambiar un vidrio en altura). “Tuve que hacer muchas más fiestas para juntar la plata”, asegura el empresario, que trece años después luce con orgullo el premio IRSA de Oro que le otorgó el grupo por la operación de sus locales gastronómicos en el DOT, Paseo Alcorta, Arcos y Alto Avellaneda. “Se completó un círculo que se había iniciado cuando entré como joven profesional en la empresa y ahora estoy del otro lado del mostrador”, cuenta.
Bargagna tiene un CV educativo al menos curioso. Por el trabajo de su papá en una multinacional, vivió y estudió en Washington y Barcelona, antes de completar la universidad en Buenos Aires. Sin embargo, asegura que su formación como empresario se dio tanto en el ámbito educativo como en la calle. “El primer emprendimiento que monté fue una pequeña agencia que se encargaba de organizar la escenografía para eventos corporativos y para fiestas. Tenía un container en Punta Carrasco donde guardaba todos los materiales, y fue mi primer contacto con el mundo de la noche, que exige una adaptación. Me acuerdo de tener que ir a cobrar por mis servicios a las 6 o 7 AM, cuando las discotecas cierran y empiezan a liquidar los pagos, y de ahí tener que encarar para la facultad”, asegura.
Los tres años que le tocó trabajar en la operadora de los principales shoppings porteños también fueron una escuela para el empresario gastronómico. “En IRSA trabajé negociando los contratos de alquiler de los locales, lo que me sirvió para aprender de muchísimos negocios. Un día te toca sentarte a negociar con Falabella y al otro con Open 25 o un local de venta de ropa interior. La clave es entender cada uno de los rubros para saber qué cobrarle: un alquiler con el que no te quedes corto ni lo mates”.
Cuando se hizo cargo de la operación de la terraza del Buenos Aires Design junto con su hermano Agustín y sus amigos Juan Carlos López y Lucas Trevisi, uno de los primeros puntos que tuvo que resolver fue ponerle un nombre al lugar. “Le pusimos Maldini por una sugerencia de un amigo que siempre decía que el día que tuviera un restaurante de pastas le quería poner Maldini, porque sonaba bien y estaba asociado al jugador Paolo Maldini, que era muy fachero. Fue algo impulsivo y nos salió bien. En cambio, cuando hicimos el segundo emprendimiento elegimos Aribau, que es el nombre de una calle de Barcelona que está llena de bares. El nombre me gustaba, pero el problema es que el catalán genera algunos problemas de pronunciación en la Argentina. Y la gente le terminó diciendo Aruba o Arriba. Nos quisimos hacer un poco los cancheros con el nombre y no nos salió”.
Cuando le ofrecieron hacerse cargo a Bargagna y a su grupo de socios –que ahora incluye a Marcos y Nicolás Caputo– de la terraza del shopping DOT, una de las primeras dificultades a vencer era cómo lograr que el público joven al que querían llegar eligiera ir a tomar algo en un shopping en lugar de sentarse en un bar a la calle de Palermo o Chacarita. “El proyecto me gustaba porque queríamos imponer una propuesta de after office apuntando a los miles de empleados que tiene Mercado Libre en su sede enfrente del DOT. Pero sabíamos que teníamos que convivir con un shopping y que la gente tenía que llegar a la terraza cruzando un patio de comidas y en un horario en el que el centro comercial estaba cerrado. Y lejos de esconder estas dificultades, decidimos reforzar las diferencias y jugar con la idea de los bares ocultos, conocidos como speakeasy, que en Estados Unidos se habían puesto de moda. En este caso, jugamos con la idea de lo llamativo que era poder pasear por un shopping que estaba cerrado”.
Una de las propuestas más rompedoras de Enter es la operación de Ronda en el shopping DOT. Bargagna lo define como un “espacio multipropósito” que fusiona gastronomía, entretenimiento, arte y moda, con propuestas como 15 espacios de gastronomía, once pistas de bowling, un anfiteatro de obras breves, 18 hoyos de minigolf, locales de ropa e instalaciones artísticas. “El proyecto nació como un mercado y, a medida que le fuimos sumando propuestas, se transformó en una categoría nueva, como una suerte de tienda departamental que combina rubros que hasta el momento no convivían”, señaló el presidente de Enter.
Bargagna destaca que se trata de un proyecto vivo y en constante renovación. “Ahora estamos lanzando nuevas propuestas, como una especie de Sacoa para adultos, para lo cual nos asociamos con la familia Mochkovsky, que son los dueños históricos de Sacoa. La idea es recrear el concepto de la casa de videojuegos con equipos más modernos y una estética similar a la de los casinos para adultos, como la que tiene la cadena Dave & Buster’s en EE.UU. Y, apuntando a este mismo target, también estamos incorporando simuladores de F1 con la última tecnología. La idea es tener 20 de estos equipos, con una inversión de US$15.000 por simulador”.