DOHA.– Elon Musk, director ejecutivo de Tesla y figura clave en el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, anunció que reducirá “considerablemente” sus aportes políticos. La declaración, realizada el martes durante una entrevista con Bloombergen el Foro Económico de Qatar, luego de meses de intensa exposición, controversias y presión sobre sus empresas, marca un giro en su involucramiento con la política estadounidense.
“Creo que ya hice lo suficiente”, dijo Musk —el hombre más rico del mundo—. “Si en el futuro veo una razón para hacer aportes políticos, lo haré. Por ahora, no la veo”.
Este viraje se produce tras meses de creciente controversia por su implicación directa en la política y el gobierno de Estados Unidos. En las elecciones de 2024, Musk fue uno de los mayores donantes de Trump: destinó al menos 288 millones de dólares no solo para respaldar su campaña, sino también para impulsar a otros aspirantes republicanos, incluidos candidatos a legislaturas estatales y cargos judiciales.
Tras el regreso de Trump a la Casa Blanca, Musk fue designado al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), un nuevo organismo creado con el objetivo de reducir el tamaño del Estado. Desde esa posición, Musk se convirtió en un actor clave del gobierno republicano, pero también en blanco de críticas intensas desde múltiples frentes: consumidores, legisladores, organismos judiciales y, especialmente, accionistas de Tesla.
La presión sobre el empresario se agudizó en los últimos meses. En abril, Tesla reportó una caída de dos dígitos en las entregas del primer trimestre y un desplome del 71% en sus ganancias. Al mismo tiempo, su imagen se deterioró notablemente, en particular entre los consumidores progresistas. Musk, no obstante, defendió su accionar. Consultado por el impacto que sus intervenciones políticas han tenido en sus empresas, respondió: “Hice lo que tenía que hacer”. Y agregó: “No soy alguien que haya cometido violencia y, sin embargo, se cometió una violencia masiva contra mis empresas, se amenazó con una violencia masiva contra mí”. Con tono desafiante, cerró: “No se preocupen: vamos por ustedes”.
En ese mismo sentido, el empresario apuntó contra los medios de comunicación, a los que responsabilizó por el daño a la reputación de sus compañías. “Lamentablemente, lo que he aprendido es que la propaganda de los medios tradicionales es muy efectiva para hacer que la gente crea cosas que no son ciertas”, declaró en una entrevista con CNBC, realizada más tarde ese mismo día en la sede de Tesla en Austin.
Una de las polémicas más resonantes de los últimos meses ocurrió en enero, durante un mitin de Trump en Texas. Allí, Musk realizó un gesto con la mano que fue interpretado por algunos asistentes y analistas como un saludo nazi. El empresario rechazó esa lectura y ofreció su versión: “Fue un gesto al azar, durante un acto donde lo único que dije fue que mi corazón estaba con ellos y hablaba de viajes espaciales”.
Pese a los tropiezos, Musk intentó proyectar seguridad sobre el futuro de Tesla. En la entrevista en Qatar, cuando la periodista Mishal Husain le preguntó si se comprometería a seguir como director ejecutivo durante al menos cinco años más, respondió: “Sí”. Ante la insistencia de la periodista —“¿no hay duda de eso en absoluto?”—, replicó: “No, moriría”.
Pero el futuro de Musk en Tesla enfrenta más obstáculos que su simple voluntad. En febrero, una jueza de Delaware bloqueó un paquete de compensación valuado en 56.000 millones de dólares que la empresa le debía. Musk reaccionó con dureza contra la jueza Kathaleen St. Jude McCormick: la calificó como “una activista que está disfrazada de juez en un traje de Halloween”. Más allá del dinero, dijo, lo que le preocupa es el control: “No es una cuestión de dinero, es una cuestión de control razonable sobre el futuro de la empresa, especialmente si estamos construyendo millones, potencialmente miles de millones de robots humanoides”.
Consultado por la pérdida de apoyo entre parte de su clientela, Musk buscó relativizar el daño. Admitió que algunos conductores colocaron calcomanías en sus autos con la frase “Compré este auto antes de que Elon se volviera loco”, pero aseguró que también hay quienes compran vehículos de Tesla precisamente por su figura. “Quizás perdimos algunas ventas entre los progresistas, pero las ganamos entre los conservadores. Las cifras de ventas ahora son sólidas y no vemos problemas con la demanda”, afirmó.
Durante su visita a Doha —donde acompañó a Trump en parte de su gira por Medio Oriente—, Musk confirmó que Tesla planea lanzar sus robotaxis antes de fin de junio. Las entrevistas que concedió esa semana, cuidadosamente programadas, parecieron buscar un mensaje claro: que su prioridad vuelve a ser Tesla y sus desarrollos tecnológicos.
Aun así, Musk continúa trabajando para la administración Trump como “empleado especial del gobierno”, un cargo que le permite desempeñar funciones limitadas y que expira a fin de mes. Su futuro político permanece incierto.
En Washington, donde se reunió con periodistas el miércoles, Musk reflexionó sobre su gestión al frente de DOGE. “En términos generales, creo que hemos sido efectivos. No tan efectivos como me gustaría. Creo que podríamos ser más efectivos. Pero hemos logrado avances”, evaluó. Sin embargo, también reconoció las dificultades que enfrentó en el cargo: “Ser atacado sin descanso no es muy divertido”, dijo. “Ver autos en llamas no es divertido”.
Los recortes impulsados por DOGE enfrentaron una avalancha de demandas judiciales. El organismo también intentó acceder a datos sensibles como los registros de la Seguridad Social, lo que provocó enfrentamientos con los tribunales. Esta semana, los demócratas lanzaron un rastreador en línea para contabilizar los fondos federales que DOGE ha bloqueado, abriendo la puerta a una disputa constitucional entre el Congreso y el Ejecutivo.
DOGE había prometido recortar un billón de dólares del gasto público. Musk calcula que hasta ahora logró una reducción de 160.000 millones. “Es cuestión de cuánto dolor están dispuestos a tolerar el gabinete y el Congreso”, afirmó. “Se puede lograr, pero implica lidiar con muchas quejas”.
El empresario evitó dar ejemplos concretos sobre qué haría distinto. Afirmó mantener una buena relación con el gabinete, aunque admitió roces con algunos funcionarios, como el secretario de Estado Marco Rubio: “A veces habrá desacuerdos con el gabinete”.
Musk admitió errores en despidos: “Algunas personas que hacían trabajo regulatorio importante o cuidaban parques nacionales” fueron echadas por error y luego reincorporadas.
Al ser consultado por los objetivos de DOGE más allá del ajuste, Musk mencionó la necesidad de invertir en misiles hipersónicos y drones de largo alcance, y propuso mejoras en la conectividad del sistema nacional de control aéreo. Sin embargo, insistió: “El objetivo principal de DOGE es intentar detener el gasto fraudulento y derrochador”.
Sobre el futuro del organismo, sus respuestas fueron evasivas. “¿Quién liderará DOGE cuando él se retire?”: “DOGE es una forma de vida”, respondió. “Como el budismo”. ¿Conservará el título de asesor del presidente? “Supongo”. ¿Se cumplirá la meta de terminar en julio de 2026? “Si el presidente quiere que cumplamos con esa fecha, la cumpliremos”.
Agencias AP y Reuters
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