ROMA.- En un día sin congregaciones generales, es decir, sus reuniones preparatorias del cónclave, por el feriado por el día del Trabajador, los cardenales participaron por la tarde en la sexta misa de “novendiales” (los nueve días de luto) en sufragio del alma del papa Francisco, que coincidió con la fiesta de San José obrero, especialmente querido por él. Presidió el oficio el cardenal argentino Víctor Manuel “Tucho” Fernández, que en su sermón no sólo recordó que Jorge Bergoglio fue “un trabajador” que jamás se tomaba vacaciones, totalmente abocado a su misión, sino también reivindicó la defensa que siempre hizo de los trabajadores y del valor de la dignidad del trabajo.
Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y hombre muy cercano a Francisco, Fernández también lamentó cómo “algunos deshonestos” malinterpretaron su mensaje en estos temas en la Argentina.
“Recuerdo un video que envió hace un tiempo para una reunión de empresarios argentinos. Les dijo: ‘Nunca me cansaré de referirme a la dignidad del trabajo. Alguien me hizo decir que propongo una vida sin esfuerzo, o que desprecio la cultura del trabajo’. De hecho, algunas personas deshonestas dijeron que el Papa Francisco defendió a los vagos, a los zánganos, a los delincuentes, a los ociosos”, criticó.
“Pero él insistía: ‘Imagínense si esto se puede decir de mí, un descendiente de piamonteses, que no vinieron a este país con el deseo de ser apoyados sino con un gran deseo de arremangarse y construir un futuro para sus familias’. Se ve que le había molestado”, sumó.
En su sermón, que pronunció ante un centenar de cardenales, empleados de la curia romana y fieles, en la Basílica de San Pedro, Fernández recordó que Francisco solía subrayar que “el trabajo es la mayor ayuda para un pobre” y que “no hay pobreza peor de la que priva el trabajo y la dignidad del trabajo”.
Además, retomó sus advertencias sobre “los falsos discursos sobre la meritocracia”. “Veamos el caso de una persona que nació en una buena familia y logró aumentar su riqueza, llevar una buena vida con una linda casa, coche y vacaciones en el extranjero. Todo está bien. Tuvo la suerte de crecer en las condiciones adecuadas y realizó acciones meritorias. Así, con habilidad y tiempo, construyó una vida muy cómoda para él y sus hijos”, indicó. “Al mismo tiempo, quien trabaja con los brazos, con igual o mayor mérito por el esfuerzo y tiempo invertido, no tiene nada. No tuvo la suerte de nacer en el mismo contexto y, por mucho que suda, apenas logra sobrevivir”, añadió Fernández.
En este marco, recordó una anécdota personal, que vivió con un recolector de cartones y botellas que solía cruzarse cerca de su casa todos los días, a la mañana y a la noche, en Buenos Aires.
“Cuando iba a la universidad a la mañana, volvía de noche y lo encontraba trabajando. Una vez le pregunté ‘¿pero cuántas horas trabajás?’. Y contestó: ‘entre 12 y 15 horas por día porque tengo varios hijos para mantener y quiero que tengan un futuro mejor que el mío‘. Entonces le pregunté: ¿pero ¿cuándo estás con ellos?’. Y contestó: ‘tengo que elegir, o estoy con ellos o les llevo de comer’. Pese a esto, una persona bien vestida que pasó por ahí le dijo: ‘¡andá a trabajar vago!‘”, contó. “Esto se oye a menudo en la Argentina y nos ayuda a comprender ciertas insistencias del papa Francisco”, sumó, saliéndose del sermón preparado.
“¡Andá a trabajar vago! Esas palabras me parecieron de una crueldad y de una vanidad horrendas. Pero esas palabras se encuentran ocultas también de detrás de discursos más elegantes”, resaltó.
Acto seguido, destacó que “el papa Francisco lanzó un grito profético en contra de esta falsa idea”. “Y en diversas conversaciones me hacía notar: mirá, nos llevan a pensar que la mayor parte de los pobres lo son porque no tienen ‘méritos’. Parece que es más digno quien heredó muchos bienes, que el que hizo trabajos pesados toda la vida sin lograr ahorrar algo y ni siquiera comprarse una pequeña casa”, lamentó, aludiendo nuevamente a la situación argentina.
Por eso, explicó, el papa Francisco en Evangelii Gaudium, su documento programático, afirmaba que este modelo “no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida”.
“La pregunta que siempre vuelve es la misma: ¿los menos dotados no son personas humanas? ¿Los débiles tienen la misma dignidad que nosotros? ¿Los que nacen con menos oportunidades simplemente tienen que limitarse a sobrevivir? No hay para ellos una posibilidad de tener un trabajo que les permita crecer, desarrollarse, ¿crear algo mejor para sus hijos? De la respuesta que demos a estas preguntas depende el valor de nuestra sociedad”, sentenció.
Fernández, el único prelado que el Papa trajo a la curia romana para un puesto más que importante y su mejor intérprete, destacó luego que Francisco fue “un trabajador”, algo que mostró hasta sus últimos días. “Para mí era un misterio entender cómo podía soportar, aun siendo un hombre tan grande y con diversas enfermedades, un ritmo de trabajo tan exigente. Él no sólo trabajaba a la mañana con diversas reuniones, audiencias, celebraciones y encuentros, pero también toda la tarde”, recordó. “Y me pareció verdaderamente heroico que con las poquísimas fuerzas que tenía en sus últimos días se hizo fuerte para visitar una cárcel”, subrayó, conmovido, hablando en italiano.
Tras destacar que Bergoglio nunca se tomaba vacaciones y que en Buenos Aires, en verano, “si no encontrabas un cura seguramente lo encontrabas a él” y que “su trabajo de todos los días era su su respuesta al amor de Dios, era la expresión de su preocupación por el bien de los demás”, Fernández concluyó recordando su devoción a San José, “ese fuerte y humilde obrero, aquel carpintero de un pequeño pueblo olvidado, que con su trabajo cuidaba de María y Jesús”.
“Y recordemos también que cuando el papa Francisco tenía un gran problema, ponía un pedacito de papel con una súplica debajo de la imagen de San José. Así que pidámosle a San José que en el cielo le dé un fuerte abrazo a nuestro querido Papa Francisco”, cerró.