Carlos Gómez Centurión inauguró la instalación artística “Alta Montaña” en el Hall del Teatro del Bicentenario, bajo la curaduría de Alberto Sánchez Maratta. La muestra, con entrada libre y gratuita, se podrá visitar hasta el 27 de julio.
En «Alta Montaña», el artista rompe los marcos tradicionales de la pintura. La obra no busca la rigidez de la pared ni el orden convencional: nace del sutil desorden del viento, del roce con la piedra y del tiempo que imprime su huella en la materia. Aquí, el arte se funde con el paisaje y el paisaje se convierte en obra viva.
Las telas de Gómez Centurión son fragmentos de memoria. Se arrugan, se manchan, absorben el entorno. Cada pliegue guarda la presencia de los lugares donde fueron creadas, imprimiendo en cada tela la identidad misma de la montaña.
La instalación invita a detenerse, a observar con lentitud, a habitar el instante en un tiempo donde todo corre. «Alta Montaña» propone un reencuentro con lo esencial: una experiencia que conmueve a través de lo simple.
La muestra puede visitarse de martes a sábados de 9:30 a 14 y de 17 a 20, y domingos de 17 a 20.
Sobre la muestra
El curador Alberto Sánchez Maratta, se refirió a la obra de la siguiente manera. “La pintura en occidente durante siglos, exigió distanciamiento para comprender sus imágenes, comprensibles desde el andamio de la representación, ese andar de la mirada.
Desde el distanciamiento entre objeto y el ojo del observador, aparece una serie de operaciones mentales que en general ocultan el soporte.
¿En qué punto el trabajo de Carlos Gómez Centurión se aparta de esa historia?
Uno de los desvíos principales que su obra produce en la mecánica tradicional de la visión, es la anulación de esa distancia con el objeto.
El lienzo, desprendido del bastidor, se adhiere a lo accidental del paisaje, se ensucia con la materia del territorio, se pliega amorosamente sobre la peculiaridad del lugar.
Se trata de una impronta vinculada al lugar en el que fue producida.
Las categorías habituales quedan fuera de los bordes de estas imágenes, cuya matriz permanece en la montaña.
Es a un tiempo de la instantaneidad el que estas obras nos abren.
Frente a la inabordable temporalidad de la montaña, Carlos toma un instante de esa eternidad ajena. Le llamamos pintura, porque la nieve puede quemar el lenguaje”.