Ya está. La maldición llegó a su final. Rory McIlroy se coronó este domingo campeón del Masters de Augusta y no sólo cortó once años sin poder festejar en torneos grandes, sino que por fin pudo ganar el major que le faltaba en sus vitrinas y completar el Grand Slam. Hubo, obviamente, sufrimiento. Parecía que la conquista sería sencilla cuando el estadounidense Bryson DeChambeau se derrumbó en la cuarta ronda, pero luego llegaron las dudas de McIlroy y la levantada de inglés Justin Rose, que asustó con su buen cierre -hizo seis bajo el par en la jornada de domingo-. El norirlandés tuvo un putt de dos metros para calzarse el saco verde. Lo falló. Hizo bogey en el último hoyo tras pasar por un bunker. Y tuvo que ir al playoff con Rose. Allí los nervios no lo traicionaron.
Justin Rose vio luz. Y festejó. Es que este domingo se coronó campeón del Masters de Augusta cuando todo hacía indicar que el saco verde -y el Grand Slam- quedaría en manos de Rory McIlroy. Pero el norirlandés falló en el último hoyo y con un bogey abrió la puerta del desempate y el inglés, ya sin nada que perder, se quedó con el torneo. Fue una revancha luego de que en 2017, en la anterior ocasión que tuvieron que ir al playoff en Atlanta, perdiera a manos del español Sergio García. No es el más veterano en ganar un Masters, pero si el más veterano en conseguirlo por primera vez.
McIlroy, de 35 años, se unió así al selecto grupo de jugadores que lograron completar el “Grand Slam” en sus carreras, los estadounidenses Jack Nicklaus, dueño de 18 títulos en ese nivel, Tiger Woods (14), Ben Hogan (9), Gene Sarazen (7) y el sudafricano Gary Player (9). El norirlandés abrió su palmarés en el US Open de 2011, conquistó luego el PGA Championship de 2012 y 2014 y se coronó ese último año en el Abierto británico. Solo le faltaba la victoria en el Augusta National, escenario de algunas de sus máximas decepciones.
Lo de McIlroy, de 35 años, no se puede creer. No se pudo unir así al selecto grupo de jugadores que lograron completar el “Grand Slam” en sus carreras, los estadounidenses Jack Nicklaus, dueño de 18 títulos en ese nivel, Tiger Woods (14), Ben Hogan (9), Gene Sarazen (7) y el sudafricano Gary Player (9). El norirlandés abrió su palmarés en el US Open de 2011, conquistó luego el PGA Championship de 2012 y 2014 y se coronó ese último año en el Abierto británico. Solo le faltaba la victoria en el Augusta National, escenario de algunas de sus máximas decepciones. La de este domingo fue también una pesadilla.
La más grande hasta ahora había sido en 2011, cuando llegó como líder al último día pero unos últimos nueve hoyos de pesadilla le costaron el que habría sido su primer Major. Un Rory de apenas 21 años, que había llegado al torneo como uno de los favoritos, había liderado desde la primera ronda y arrancó el domingo con una ventaja de cuatro golpes, pero en la segunda mitad del recorrido sumó dos bogeys, un doble bogey y un triple bogey y sus ilusiones de gritar campeón se esfumaron. Terminó 15° con 80 impactos.
Desde 2015 encadena diez intentos fallidos de completar el Grand Slam, quedando más cerca de lograrlo en el subcampeonato de 2022 tras el estadounidense Scottie Scheffler.
Esa dolorosa sequía en torneos grandes que duró más de una década coincidió con una etapa tumultuosa en lo personal.Es que fue justamente en mayo de 2014 cuando McIlroy decidió romper su compromiso con la tenista danesa Caroline Wozniacki cuando las invitaciones para la boda ya habían sido enviadas. Y lo hizo a través de una breve llamada telefónica. “El problema es mío. Me di cuenta de que no estaba preparado para todo lo que conlleva el matrimonio”, se justificó.
A fines de 2015, igual, ya le había propuesto casamiento a Erica Stoll, con quien se casó en 2017 y tuvo una hija, Poppy, en 2020. Pero cuando parecía que todo era color de rosas, en mayo del año pasado McIlroy presentó un pedido de divorcio, pero apenas un mes después dio marcha atrás. “Nos hemos dado cuenta de que nuestro mejor futuro era como familia”, aseguró.
La nueva armonía y felicidad en su vida personal quizás tuvo un impacto en su carrera y el norirlandés logró superar los fantasmas de viejas épocas. Por fin gritó campeón en Augusta, donde se calzó por primera vez el saco verde, rompió una sequía en Majors que pareció eterna y escribió su nombre en la historia grande del golf.