Un 41,7% de las personas vivieron por debajo de la línea de la pobreza durante el segundo semestre de 2023. Cifra que aumentó a 52,9% durante el primer semestre de 2024 y cayó a 38,1% durante el segundo semestre del año. ¿Cómo se explica tamaña oscilación? La respuesta es importante porque a partir de diagnósticos correctos se pueden ensayar soluciones que le mejoran la vida a los seres humanos.
Al respecto conversé con el galés Anthony Barnes Atkinson (1944 – 2017), quien entre 1971 y 1997 editó el Journal of public economics. Presidió la Econometric society, la European economic association y la International economic association. En el plano intelectual era un gigante y en el personal un caballero, sostiene Ernesto Rezk. Tuvo una influencia enorme sobre el desarrollo del estudio de los temas de desigualdad en la Argentina. En particular tuvo contacto cercano con varios investigadores argentinos, como Facundo Alvaredo, y fue una inspiración para el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata, completó su director, Leonardo Carlos Gasparini.
–¿Dónde se le despertó su interés por la pobreza y la desigualdad?
–Cuando a mediados de la década de 1960 realicé trabajo voluntario en un carenciado hospital de Hamburgo. Como bien recuerda Rezk, mi vinculación y preocupación por la desigualdad estaba en mis genes galeses, generalmente reconocidos por mi sensibilidad casi religiosa, independiente de mi cercanía o no a la Iglesia. Virtualmente en soledad, en Inglaterra creé desigualdad y pobreza como campos de estudio. Como ocurriera con Simon Smith Kuznets, trabajé de manera individual en una nueva disciplina dentro de las ciencias sociales y económicas: el estudio de las tendencias históricas en la distribución del ingreso y la riqueza.
–¿Por qué no compartió el premio Nobel en economía 2015 con Angus Stewart Deaton?
–Le agradezco el comentario, pero no me corresponde a mí responder este interrogante.
–Ayúdennos a interpretar la evolución de la proporción de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza.
–Creo imaginarme a dónde va. A mí me despierta dudas parecidas el coeficiente propuesto por Corrado Gini, para cuantificar el grado de desigualdad del ingreso de las personas o las familias que viven en un país, o en una región, coeficiente muy popular por la facilidad con la que se puede calcular. El problema es que no diferencia entre quienes ocupan los mejores y los peores lugares en la distribución del ingreso. Para resolver el problema diseñé el “índice de Atkinson”, que diferencia entre sociedades que tienen grados similares de desigualdad, pero distintos niveles de pobreza.
–¿Qué pasó en la Argentina para que la proporción de personas que viven por encima y por debajo de la línea de la pobreza, entre un año y el siguiente, haya fluctuado tanto?
–Calcular la proporción de pobres que habitan un país, según se ubiquen por encima o por debajo de la línea de la pobreza, puede resultar sencillo desde lo estadístico, pero no ayuda a entender la naturaleza e intensidad del problema.
–Explíquese.
–Imaginemos un país en el cual la línea de la pobreza, definida de alguna manera, se establece en $100 mensuales. Según este criterio Juan, quien gana $101, no es pobre, en tanto que Pedro, que “apenas” gana $99, lo es. ¿Alguien puede pensar que la vida concreta de ambos es diferente?
–¿Y entonces?
–Se han propuesto indicadores que miden la distancia entre los ingresos de cada pobre y la línea de la pobreza. Siguiendo con el ejemplo anterior, sirven para captar el hecho de que Andrés, cuyo ingreso pasó de $85 a $95, sigue ubicado por debajo de la línea de la pobreza, aunque su situación mejoró.
–¿Para qué más serviría este análisis “intrapobreza”?
–Para entender lo que le ocurre a cada una de las personas que integran esta categoría, indispensable para producir resultados. Se me ocurre una distinción fundamental que muestra que, desde el punto de vista de la acción pública, el “club” de los pobres es heterogéneo.
–Lo escucho.
–Volvamos a los números citados al comienzo de esta conversación. La tasa de pobreza pasó de 41,7% en el segundo semestre de 2023 a 52,9% durante el primer semestre de 2024 y a 38,1% durante el segundo semestre de dicho año. ¿Cómo se explica tamaña oscilación? Respuesta a boca de jarro: por la evolución de la tasa de inflación. Lo cual muestra, una vez más, la naturaleza regresiva del impuesto inflacionario.
–¿Quiere usted decir que el gobierno presidido por Javier Gerardo Milei no hizo nada específico por los pobres?
–Quiero decir que la normalización macroeconómica, y en particular la disminución de la tasa de inflación, hizo que algunos que habían cruzado la línea de la pobreza, de arriba para abajo, pudieron volver a cruzarla pero en sentido contrario, cuando el aumento sistemático del nivel general de los precios en vez de superar 20% por mes se ubicó en algo más de 2% por mes. Lo que sugiere esta explicación es que la lucha contra la pobreza tiene un componente macroeconómico, pero que éste llega a algunos pobres. En otros términos, es valiosa en sí misma, pero requiere ser complementada.
–Usted dice que por más bien que funcione la macroeconomía, hay segmentos de la pobreza que nunca podrán ser erradicados.
–Pongámoslo en estos términos. La macroeconomía hizo y hace lo suyo, pero no puede solucionar por sí misma la denominada pobreza estructural. Me refiero a aquellas personas que son y serán pobres, más allá de la coyuntura. La acción pública referida a estas personas es de naturaleza diferente: recalentar la economía para eliminar la pobreza estructural es la mejor manera de aumentar la pobreza no estructural.
–¿Qué habría que hacer para atacar la pobreza estructural?
–Que opinen los expertos. No hay nada más patético que recomendar medidas específicas sin tener conocimientos concretos. Los pobres no son tontos, son pobres, que es otra cosa. Hacen más cálculo económico que quienes no lo son, porque cuando se equivocan no comen. Bajo las eficaces manos de Sandra Pettovello, el actual gobierno continuó con los planes sociales, sólo que eludió a los intermediarios. Lo cual explica la enorme reducción de la cantidad de marchas de protesta que le complicaban la vida a los habitantes de CABA.
–Aunque eficaz, probablemente la asistencia no llegue a todos los pobres.
–Puede ser, pero insisto con que esta es una cuestión de expertos. Los cuales, más allá de pontificar, cuando hablan en los medios masivos de comunicación, deberían sugerir cursos de acción concretos para aliviarle la vida a los más necesitados.
–Don Anthony, muchas gracias.
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