Entrar a las oficinas del historiador y analista político Rosendo Fraga (72 años) es como ingresar a un túnel del tiempo de la historia política y militar argentina de los últimos 200 años. Su colección privada incluye desde documentos auténticos del ex presidente Bernardino Rivadavia y del ex gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego hasta espadas, bastones y armas de fuego antiguas.
Son un legado familiar de cinco generaciones de Fraga que tienen como tatarabuelo al ex gobernador de Santa Fe, Estanislao López. A él no le gusta hablar de un “museo” propio y espera que su hijo continúe con la colección familiar.
Las paredes de sus oficinas están cubiertas de afiches políticos del siglo XIX, fotos antiguas -la mayoría inmortalizan escenas militares, desfiles, ceremonias, campañas-, una docena de mapas enmarcados muestras otro de sus gustos de coleccionista.
Vitrinas con llave protegen varias filas de libros forrados en tela roja. Un mostrador vidriado exhibe condecoraciones plateadas y doradas. Muebles de madera oscura se apoyan sobre alfombras. Las paredes están cubiertas de cuadros de pequeño formato (uno de Pedro Figari, el pintor uruguayo de finales del 1800 famoso por retratar la influencia africana en Montevideo). El resto de los cuadros tienen una fuerte impronta abstracta.
Rosendo Fraga Tiene 72 años. Está bronceado, afeitado y tiene el pelo cano bien cuidado. Viste saco y corbata. Es impecable y recibe a Clarín con una sonrisa.
Hace unos meses se rompió un codo “caminaba hablando por teléfono y me tropecé con un pozo en la calle”, cuenta entre resignado y travieso. Desde entonces utiliza un distinguido bastón que le da seguridad al andar.
Su despacho es abigarrado, como una versión modesta de la “Galería de vistas de la Roma antigua” del pintor del Siglo XVII Giovanni Panini. A primera vista se distinge una fila de cascos militares antiguos sobre un gran aparador. Detrás estatuillas de soldados de bronce de 20 cm de altura.
En otro mueble, bandejas y mates de plata, medallas, documentos escritos con pluma y tinta china, lacrados. Un bastón de alcalde inca. Cuchillos, sables, trofeos, rollos amarillentos, láminas de historia y mapas antiguos. Actas oficiales amarillentas enmarcadas en vidrio. Retratos señoriales. Espadas de todo tipo.
6 retratos alimeados de 5 generaciones de Rosendos Fraga.
Doscientos años de historia miran desde estas paredes. “La familia Fraga empezó con el país”,destaca el historiador.
─Este es mi hijo Rosendo Fraga V, periodista de investigación. Yo soy Rosendo Fraga IV, analista político e historiador. Este es mi padre, Rosendo Fraga III, fue general de división y ministro de guerra de Arturo Frondizi. Este es Rosendo Fraga II, mi abuelo. Fue teniente general, ministro de guerra del presidente José Figueroa Alcorta y presidente de la Cámara de Diputados en la presidencia de Roque Sáenz Peña. Este es Rosendo Fraga I, coronel, gobernador de la provincia de Santa Fe, creador del municipio de Rosario. Y este es su suegro, Estanislao López, mi tatarabuelo. Poca gente sabe que es mi antepasado ─relata Fraga.
Señala un documento clavado en la pared, destapado por una lámpara de mesa. “Esta es una orden del Gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego a mi tatarabuelo, Estanislao López, para que incursionara en Brasil por el norte de Corrientes. Es un documento que ya lo tuvo mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, y ahora lo tengo yo.”
Estanislao López fue una de las figuras más destacadas del escenario litoraleño del siglo XIX. Genio militar, político perspicaz y gran defensor del federalismo, comandó exitosas batallas durante la Independencia y gobernó en tiempos turbulentos. Político y militar: Estanislao López marcó a fuego la tradición familiar.
Despacho de Manuel Dorrego al tatarabuelo de Rosendo Fraga de 1828.
Una de sus “joyas” es un despacho del gobierno de Buenos Aires, a cargo de la Dirección General de la Guerra firmado por Manuel Dorrego. “Confiere a Estanislao López el encargo de General en Jefe de la División destinada a hostilizar a los pueblos de Misiones Orientales, con el sueldo de quinientos mil pesos anuales en moneda metálica” 28 de enero de 1828.
─ ¿Su familia estuvo estrechamente ligada a la historia militar del país…?
─ ¡Todavía no me preguntaste por qué yo no soy militar!
─ ¿Por qué usted no es militar?
─Yo rompí la tradición militar de mi familia. No lo hice por rechazo, pero tuve una percepción de época. En el período en que vivieron mis antepasados, lo militar y lo político iban juntos. Era habitual que hubiera militares en política. Pero yo me dí cuenta, a fines de los 60, que eso se iba a tener que separar, que no se iba a poder seguir manteniendo juntos. Fue un poco una premonición. Yo me dije: entre las dos cosas, en el fondo me gusta más la política. Por eso no fui militar.
En otro rincón, un tamborcito de tiento de aspecto indígena nos llama la atención. “Regalo de un cacique amigo, Juan Namuncurá, tataranieto de Juan Calfucurá, el gran lonco mapuche del siglo XIX” dice con una sonrisa mientras le da unos golpecitos.
Fraga muestra ampliaciones de cuadros de Cándido López sobre la guerra del Paraguay.
“Yo nunca hablo de mi colección” dispara, hoy es la excepción y saludos a su profesor Daniel Santoro por la iniciativa. “Hay gente que me conoce hace 30 años y no ha venido acá. No me preguntan nada, yo no digo nada”, insistió.
─ ¿De qué trata su colección ?
─ Mi colección habla de una historia familiar y militar. Muchas de las cosas que tengo aquí estaban en el escritorio de mi padre. Han pasado de generación en generación, es una acumulación de cosas familiares. Por ejemplo, este sable es de mi padre cuando era general. Este bastón lo usaba mi abuelo…
─ ¿Hay alguna narrativa en esta colección?
─ Se han juntado algunas colecciones: los bastones, los cuchillos, las revistas de fines del siglo XIX, algunas cosas más específicas. Hay una colección dentro de otra. No hay una narrativa clara, es ecléctica.
Sobre el marco de la puerta se exhibe una fila de cuchillos, espadas y sables antiguos.
Rosendo señala: “Acá hay una espada de la Edad Media, un sable turco del siglo XVIII, sables argentinos del siglo XIX-XX. Recibí de mi familia cuatro o cinco cuchillos. Al resto los compré, otros me los regalaron. No están colgados en orden”.
“Hay algún objeto de colección, pero también tengo caricaturas de mi abuelo, de mi padre y de la revista Tía Vicenta de Landrú. Ese dibujo se lo hizo Hermenegildo Sabat a mi padre. También hay caricaturas mías, la de arriba es la revista Humor, otra de La Nación, de Nik”, cuenta.
─ ¿Es cierto que tiene un cuadro de Cándido López?
─ No tengo cuadros de Cándido López. Tengo ampliaciones de detalles. Es una pintura muy minimalista. Todo lo que tengo es, digamos, detalles agrandados. Me interesa porque pintó la guerra del Paraguay.
─ ¿Qué objetos considera son de colección?
Señala hacia un bastonero repleto. Asoman mangos de plata, cabezas de pato, labrados, antiguos.
Destaca uno que parece de marfil con el busto del canciller inglés Winston Churchill: “La colección de bastones la armé yo. Durante muchos años recorrí los anticuarios de San Telmo buscando joyitas”.
─ ¿Hay algo que considere como un tesoro?
Fraga piensa unos segundos. “Sí, tengo guardado un documento curioso, firmado en el año 1823 por Bernardino Rivadavia (N.R.: primer presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata), por el cual le concede 200 pesos a Juan Bautista Tupac Amaru, para que escribiera sus memorias. ¿Qué hacía Juan Bautista Tupac Amaru, medio hermano menor de Tupac Amaru II- símbolo de la rebelión indígena contra el maltrato colonizador-, en Buenos Aires? Quizás lo done al gobierno de Perú”.
Documento de Bernardino Rivadavia sobre el hermano de Tupac Amarú.
─ ¿Alguna vez se planteó la posibilidad de donar su colección a un organismo público?
─ Mi hijo heredará esta colección.
─ ¿Se siente interpelado por la frase de la mecenas estadounidense Peggy Guggenheim “yo no soy una coleccionista, soy un museo”?
─ El museo es para exhibir, la colección no necesita ser exhibida. Yo no he juntado para mostrar.
En su biblioteca, los libros trepan desde el piso hasta el techo cubriendo cada centímetro. Sólo nos deja espiar breves segundos: llegamos a distinguir que cada libro está prolijamente envuelto en una bolsita de nylon transparente y etiquetado. “El señor se ocupa en persona de todo” asegura Sara, su secretaria.
─ ¿Cuántos libros tiene?
─ Ahora tengo cerca de 5.500. Mi abuelo tenía 7.500 libros, que se dispersaron porque ningún hijo tenía lugar para llevarlos. A mí, de la colección de él, me habrán quedado 500 libros. El gran problema de los libros hoy es el lugar. Hay un dato interesante que es que las editoriales argentinas destruyen 45 millones de libros por año. Desde el punto de vista de la historia cultural, el mayor pecado ha sido la quema de libros. Sin embargo hoy, es la falta de espacio.”
─ ¿Hay algún tema que destaque en su biblioteca?
─ Tengo muchos libros sobre historia, política y temas militares. Algo de literatura también. Tengo una colección bastante fuerte de manuales de enseñanza de historia, geografía e instrucción cívica del siglo XIX.
─ ¿En algún momento pensó en proponer una colección con su nombre en alguna biblioteca , alguna forma de legado público?
─ En una época tenía una casa más grande en San Telmo, y llegué a tener 11.000 libros. Tuve que liquidar la mitad. ¿Vos queres donar libros? Nadie los quiere. Es dramático, pero es así.
Retoma: “Hay una costumbre, que es la de dejar un libro abandonado en un banco de plaza, o en la salida de una ventana. Ese libro probablemente alguien se lo lleve. Si no, lo deja para el que venga después. La gente no lo tira a la basura. Es una linda forma de deshacerse de los libros, abandonarlos en un espacio público.
Colección completa de la revista Caras y Caretas de la colección de Fraga.
En el camino se detiene frente a una vitrina impoluta. Gira la llave y murmura: “Mi fuerte como coleccionista son las revistas históricas”. Elige con cuidado un ejemplar encuadernado: “Por ejemplo, tengo la colección completa de la revista Caras y Caretas, desde 1899 hasta 1937. Era de un personaje que a mí me ha interesado mucho, que es Natalio Botana. El zar de los medios de los años 30. Director del diario Crítica, un personaje muy destacado”.
Apoya el libro en la mesa cubierta por el mantel de cuerina y lo abre con cuidado. Pasa las hojas con entusiasmo. La revista es hipnótica: notas sobre “la moda y la guerra” (se estaba llevando a cabo la primera guerra mundial), publicidad de rifles Winchester, aceite de oliva francés, un ungüento “para desarrollar los senos”, un curso de caligrafía a distancia. La Farmacia Franco-Inglesa anuncia que reducirá su horario de atención “para brindar un mejor servicio a su clientela” y recuerda que recibe pedidos por carta. Bizcochos Canale recomienda sus productos “para niños y convalecientes”.
“La publicidad es muy útil para entender una época” reflexiona Rosendo.
Se detiene en una tapa ilustrada con ominosos buitres posados sobre bolsas de granos que observan amanezantes una manifestación. Lee: “Aves de rapiña: los gobiernos tratan de fomentar el desarrollo de la agricultura, pero no hacen nada ante los buitres que acaparan la cosecha entera, ¿esperan también que devoren a los consumidores?”.
Se ríe: “Hay temas que no pierden actualidad”.
Regresa el ejemplar a su lugar y vuelve a cerrar con llave. Lo último que se ve antes de salir es una obra del artista conceptual y gran provocador Oscar Bony, “que firmaba los cuadros pegándole tres tiros en el vidrio”.
También aseguró poseer ejemplares de revistas icónicas de humor gráfico de corte político de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, como P.B.T. , Don Quijote, El Mosquito y Fray Mocho.
Rosendo Fraga atesora sus mapas: “Siempre me gustaron.Tengo enmarcada una colección de reproducción de mapas del siglo XVI, XVII, XVIII de Argentina, donde lo primero que se ve es que Argentina no existía. No existía en la cartografía hasta el XIX. Eso me llama la atención.”
Colección de mapas antiguos de Rosendo Fraga.
Parte de la colección de mapas de Rosendo Fraga. “Tengo mapas antiguos. El primero me lo regaló mi tío que era profesor de Historia y Geografía”.
¿Qué pasará con esta colección, que circula hace poco menos de dos siglos de generación en generación, una vez que Rosendo Fraga IV ya no esté? El historiador espera que la continúe su hijo pero cada año la colección trasciende la historia de una familia para ser parte de la historia de la Argentina.
*Camila O’Donnell y Natalia Sago, alumnas de la maestría de Clarín y la Universidad de San Andrés.